PÉGAME
Ella, desbocada, montaba sobre él, echándose hacia atrás, gimiendo y gritando. Él se dejaba hacer, disfrutando de las embestidas de su compañera. Con la pasión que ella ponía aquello no iba a durar mucho. Ambos estaban preparados para el tramo final. Entonces ocurrió algo que lo dejó desconcertado.
- Hazme daño, por favor… Insúltame. – suplicó ella.
Era la primera vez que le pedía una cosa así. ¿Hacerle daño? ¿Cómo? ¿Por qué? Decenas de preguntas se atascaron en su cabeza. Se sintió como un niño que no sabe el camino de vuelta a casa.
- Hazme daño.- insistió.
- ¿Cómo?
- Pégame.
- ¿Dónde?
- En el culo.
Extendió su mano y con la palma abierta golpeó sus nalgas.
- Más fuerte.
Golpeó con más fuerza. Aquello empezaba a no gustarle.
- Más fuerte.
- No me pidas eso.
- (Rogándoselo) Pégame, pégame.
Parecía que se hubiese vuelto loca, movía la pelvis como si fuera un tren de alta velocidad. Le clavó las uñas en el pecho y echó la cabeza hacia atrás.
- Joder, tía. Eso duele.
- Fóllame como a una puta.
- Nunca he follado con ninguna.
- No hables, sólo pégame.
Extendió su mano y golpeó con fuerza sus nalgas. Por fin, ella llegó al orgasmo y se le desplomó encima. Sudaba, su pelo estaba mojado y tenía una sonrisa exagerada.
- Ha sido genial. De los mejores.
Él no sabía muy bien que contestar. Por un lado se alegraba de que aquello hubiese acabado y por otro se sentía insatisfecho por no haber alcanzado el orgasmo. Estaba confundido, muy confundido. Tuvo ganas de preguntarle cosas, pero en su cabeza todo era un lío. Ella se echó a un lado, cogió el paquete de cigarrillos, se encendió uno y cuando le hubo dado unas caladas se lo pasó. Entonces, vio los arañazos del pecho.
- Cariño, si estás sangrando.
- Culpa tuya.
- Ya lo siento, pero es que cuando me follas así me vuelvo loca.
- Ahora vuelvo. – dijo él devolviéndole el cigarro.
Se levantó de la cama, salió del dormitorio y se encerró en el baño. Aun tenía la polla tiesa. Miró su erección reflejada en el espejo y comenzó a masturbarse. Se imaginó follando con ella y que ella le pedía que la pegara. Él obedecía y golpeaba sus nalgas con fuerza. Se imaginó que le decía que la pegara más fuerte y así lo hizo. Finalmente llegó al orgasmo y eyaculó en el lavabo. Se lavó y esperó a que su polla se desinflara. Luego regresó al dormitorio. Se tumbó en la cama junto a ella y le dio un cachete en el culo.
- ¡Ay! – se quejó mirándole con extrañeza.
Él cogió el paquete de tabaco y se encendió un cigarro.
- ¿Echamos otro?
- Déjame recuperarme. – contestó él.
Consideró que sus dudas se habían ido por el desagüe del lavabo, junto con el esperma. De pronto, el cigarrillo le supo a gloria bendita y se sintió realmente a gusto.
®pepe pereza
Relato publicado en AL OTRO LADO DEL ESPEJO – ESPECIAL ERÓTICO
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