lunes, 1 de octubre de 2012

Mi amigo Fifo durante este último año ha ido aportando una serie de “continuaciones” a unos cuantos relatos que he ido publicando en este blog. Desde que lo conozco (casi treinta años) siempre he disfrutado de su buen y afilado humor, es uno de sus rasgos más característicos: su uso del humor para afrontar la vida. Sin duda, ese humor queda reflejado en estas aportaciones suyas a mis relatos. He decidido publicarlas aquí para el disfrute de todos vosotros. A lo largo de estas semanas iré colgando un relato por día con su debía “continuación”. Espero que os gusten tanto como a mí.

Ahí va el primero.

EL ACOSADOR
Has salido con tus amigas. Cuando llegas a casa estás pálida y tiemblas como un flan.

- ¿Qué te pasa?
- Me han seguido.
- ¿Quién?
- Un hombre. Me ha estado siguiendo durante todo el trayecto a casa. Ven...

Cogido del brazo me llevas hasta la ventana.

- …Es ese de allí.

Veo a un tipo corriente que caminaba tranquilamente por la acera. Son más de las doce de la noche y no hay nadie más en la calle.

- ¿Te ha hecho o dicho algo?
- Me ha estado siguiendo ¿te parece poco?
- Puede que vuestros destinos coincidiesen.
- Te digo que el muy guarro me ha seguido.
- No dudo de tu palabra, solo digo que si no ha hecho ni dicho nada que te incomodase, no sé por qué crees que te ha seguido.
- Las mujeres sabemos esas cosas.
- Bueno, lo importante es que ya estás en casa y todo está bien.
- ¿Cómo que está bien? ¿Acaso piensas dejar que ese cabrón se vaya de rositas?
- ¿Qué quieres decir?
- ¿No vas a bajar a decirle algo?
- ¿Qué quieres que le diga?
- No sé, eso es cosa tuya,
- ¿En serio quieres que baje?
- Si no fueras un calzonazos ya estarías abajo cantándole las cuarenta a ese desgraciado.
- Pero yo…
- Mira, ese tipo conoce donde vivo, no quiero encontrármelo otra vez, así que baja y dile que no vuelva seguirme. Y déjale claro que hablas en serio.

¿Calzonazos yo? Siento que me pones a prueba, quieres saber si estoy dispuesto a defenderte. Mi virilidad está en entredicho. Bajo a la calle. Tú esperas asomada a la ventana, no quieres perderte ningún detalle. Viendo que no estoy muy convencido me presionas para que le dé caza.

- Corre o no le vas a pillar.

Veo al tipo al fondo de la calle.

- Corre.

Corro hacía él. Según me acerco pienso en qué le voy a decir. No es cuestión de acusarle de acosador de buenas a primeras. Conviene ser diplomático e intentar solucionarlo todo de las mejores maneras. Por otro lado, se supone que yo estoy ahí para salvaguardar tu honor, o lo que sea que vaya a defender. Tengo que mostrarme como un auténtico macho ibérico, seguro y agresivo. Claro que yo no me siento seguro y mucho menos agresivo. A mí, la situación me parece ridícula, y si estoy aquí es porque tú me obligabas a ello. Cuando faltan pocos metros para alcanzarlo puedo apreciar que el tipo es más alto y corpulento que yo. No, si al final me van a partir la cara, pienso. Deseo dar la vuelta y regresar a casa, pero sé que si me ves retroceder me tomarás por un cobarde. No me queda más remedio que abordar el tema con valentía y arrojo. No me lo pienso más.

- Eh, tú.

El tipo se vuelve para responder a mi llamada. Ya no hay marcha atrás. Cojo aire y me armo de valor.

- Oye ¿tú has estado siguiendo a…
- Hey, yo te conozco.
- …
- Tú eres Pepe Pereza.
- Sí.
- A qué estudiaste en el colegio Batalla de Clavijo.
- Sí.
- ¿Y no te acuerdas de mí?
- La verdad… tu cara me suena.
- Soy Cleto.
- Hostia Cleto, claro que me acuerdo… ¿Qué es viento? Las orejas de Cleto en movimiento.

Por aquel entonces, Cleto tenía unas orejas impresionantemente grandes y todos los chavales le tomábamos el pelo a cuenta de ello.

- Como puedes ver ya no tengo orejas de soplillo.
- Por eso me ha costado reconocerte.
- Joder, Pepe, cuánto tiempo. Dame un abrazo.

De pronto me acuerdo de que sigues en la ventana. Sé que por la distancia no puedes escucharnos, pero sí leer nuestras posturas corporales.

- Lo siento Cleto, no puedo, de hecho debo mostrarme agresivo contigo.
- ¿Por qué?
- Verás, mi novia piensa que la has estado siguiendo…
- ¿Qué?
- Es aquella que está asomada a la ventana.
- Yo no he seguido a nadie.
- Te creo. Lo malo es que ella está convencida de que sí, y te aseguro que no hay quien la haga cambiar de idea. Tiene la cabeza más dura que una piedra.
- Te juro que no la he seguido, voy camino de mi casa.
- Es lo que le he dicho, pero no ha querido escucharme. Me ha obligado a bajar a la calle para ajustarte las cuentas.
- Esto es ridículo.
- Lo mismo pienso yo. Verás, se me ocurre que podíamos fingir una pelea.
- ¿Estás de coña?
- Solo fingirlo, para hacerme quedar bien.
- ¿Me tomas el pelo?
- Venga Cleto, no te cuesta nada. Una pequeña pelea como en las películas. Encajas un par de golpes de mentira y sales corriendo. Hazme este favor.
- Que no, tío.
- Evítame un marrón con mi chica.
- Joder Pepe, ya somos mayorcitos para estas bobadas.
- Tío, hazme este favor.
- Eres la hostia.
- Por favor.
- Joder.
- Venga tío.
- Está bien, lo haré por los viejos tiempos.
- Gracias Cleto. Me libras de una buena.
- ¿Cómo lo hacemos?
- Qué tal un puñetazo en el estómago, otro en el mentón, te caes al suelo, y cuando avance hacia ti para seguir zurrándote, te levantas y huyes.
- Lo de tirarme al suelo no me convence.
- Vale, bastará con los puñetazos.
- Por mí bien, siempre y cuando tengas cuidado de no darme.
- Descuida, lo tendré.
- Eso espero.
- Bien, vamos a ello. ¿Estás preparado?
- Creo que sí.
- A la de tres ¿Vale?
- Vale.
- Una, dos y tres…

Después de eso me recibes como a un vencedor, con besos y abrazos. Es el premio por ser el macho más fuerte, el que, aparentemente, ha meado más alto. Todo es un fraude, no obstante, la falsa demostración de testosterona te pone a cien y me follas como al mismo James Bond después de haber salvado al mundo de la hecatombe.

© pepe pereza (Amor canalla)


APORTACIÓN DE FIFO
El pobre Cleto se fue hacia su casa acordándose de toda la familia de Pepe Pereza, mientras se arrastraba por la calle con un punzante dolor que le atravesaba el estómago.

- Hay que ver, se decía, el puñetazo que ma dao el hijoputa… todo para que no se entere su novia de que es un gallina, pero si en el colegio le llamábamos caponata, siempre ha sido un cagao.

En estas estaba cuando notó que alguien le seguía y sin mirar hacia atrás aligeró el paso notando aun más el dolor en su vientre.
Notó que se estaba poniendo nervioso al oír el fuerte ruido de unos tacones que se iban acercando y fue entonces cuando se dio cuenta de que pertenecían a una mujer.
Intentó ir más deprisa pero ella se acercaba más y más, hasta que la tuvo justo a su espalda.

- Eh, tú.

Cuando se dio la vuelta se quedó estupefacto, no lo podía entender, no tenía explicación alguna, pero allí estaba, era la chica de la ventana.

© Miguel Bergasa (Fifo)

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