Este poemario es un
estallido de realidad, honestidad y vida. Concentrado en poco más de 100 páginas
y dividido en tres estupendos apartados (Infierno, Purgatorio y Cielo) recoge
las fases que atraviesa el poeta tras una ruptura sentimental. Poesía realista,
de corte autobiográfico y de inmensa calidad, made in Spain.
Vicente Muñoz
Álvarez, poeta de origen leonés, también ha escrito otros libros
como “Canciones de la gran deriva” (ed. Origami), “Cult movies” (ed.
Eutelequia), “Parnaso en llamas” (ed. Baile del Sol) o “Mi vida en la penumbra”
(ed. Literatúrame). Además, dirige la estupenda publicación underground
“Vinalia Trippers”, dedicándose a la literatura con oficio y buen hacer desde
hace muchos años.
Infierno y purgatorio
Abre el poemario un
prólogo a cargo del escritor José Ángel
Barrueco. Es un texto que sirve para describir a la perfección el
contenido del libro, aportando interesantísimos paralelismos y posibles
influencias literarias que encontraremos a lo largo de la lectura. Por ejemplo,
la angustia bernhardiana presente en los poemas de “Infierno”, la influencia
beatnik en los viajes por carretera del poeta mientras trata de ganarse la vida
como comerciante, las jugarretas del subconsciente tan presentes en la obra de
autores como William S. Burroughs o Céline, etc. Es un análisis estupendo que
concluye afirmando que las grandes derrotas suelen dar como fruto grandes triunfos,
como es el caso.
Como apunta Barrueco en el prólogo,
“Animales perdidos” tiene similitudes con una novela, debido a la línea
argumental que siguen los poemas y por el carácter narrativo de éstos.
Precisamente este poemario entronca con la corriente poética realista y de
corte autobiográfico en la que también se encuadran otros escritores como el
mismo José Ángel Barrueco, el poeta David González, Gsús Bonilla, Mark Strand,
Charles Bukowski, etc., todos ellos magníficos escritores que hacen de la poesía
algo muy diferente a lo que suelen inculcar en las escuelas (rimas consonantes
sobre el canto de los pájaros y el amor cortés).
Los poemas de esta primera parte,
“Infierno”, son desgarradores y dolorosamente reales: el hecho de estar
escritos de una forma tan honesta (dotando de esa forma al poemario de gran
valor artístico) provoca en el lector una mezcla de desasosiego debido a la
empatía que se puede alcanzar recordando sin querer antiguos desengaños
amorosos; por otro lado, estimula una suerte de alegría irracional el hecho de
leer, descritos de una forma tan precisa y tan dolorosamente real, situaciones
que a nadie pueden resultar ajenas.
La travesía de Vicente
Muñoz
Los poemas de “Infierno” se presentan
titulados y a menudo incluyen dedicatorias a otros músicos y escritores
influyentes en la obra del poeta, y que definen sus gustos literarios
(magistrales): entre ellos, los ya citados David González, José Ángel Barrueco,
Burroughs y Céline, pero también Raúl Núñez, Philip K. Dick, etc.
Sin embargo, los poemas de “Purgatorio” se
caracterizan por la ausencia de títulos y dedicatorias; son poemas de
apariencia frágil y desprotegida, en los que el autor se muestra indefenso y
agotado tras su travesía por la crudeza de los días que siguieron a su desgracia
personal: son poemas de soledad y abandono, que versan sobre la dificultad de
mantener la fe en la venida de tiempos mejores y sobre el desapego a todo lo
que le rodea por culpa de su propio estado de ánimo.
Es una travesía necesaria para alcanzar
días más luminosos, que da lugar a interesantes reflexiones sobre el
conocimiento personal y la observación detenida del entorno. Esta segunda parte
contiene infinitos destellos de genialidad atrapados en breves versos de
apariencia gris.
Al final, siempre el
infierno
Los poemas del último apartado son los de
la calma, la plenitud personal y la felicidad. Comparten realismo y sinceridad
con el resto de poemas del libro, pero carecen de la fuerza que el desagarro
aporta a los textos de las dos primeras partes. Y es que es a través del dolor
y de la desazón como siempre se han logrado mejores resultado en el arte.
En conclusión, Vicente Muñoz ha creado
algo hermoso y muy bien construido a partir de sus propias cenizas y de cosas
que ya estaban rotas. Además, con eso ha hecho un honesto homenaje a la “Divina
Comedia” de Dante Alighieri, utilizando los mismos epígrafes en la división de
la estructura del poemario.
Pueden convertirse en Virgilio por un día
y acompañar a Vicente en su travesía, suponemos que tocado con capucha roja.
Disfruten del trayecto e interioricen para siempre lo aprendido.
Mar López, en El Mar de Tinta.
1 comentario:
thank you, bro
v
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