sábado, 15 de octubre de 2011

DILES QUE SON CADÁVERES - JORDI SOLER

Diles que son cadáveres
Jordi Soler
Mondadori / 224 págs.
Precio: 18,90€
Publicación: 8 de septiembre.
Jordi Soler (La Portuguesa, Veracruz, 1963) es autor de dos libros de poesía y siete novelas; las tres más recientes, Los rojos de ultramar (Alfaguara, 2004), La última hora del último día (RBA, 2007) y La fiesta del oso (Literatura Mondadori, 2009). Fue diplomático en Dublín y vive en Barcelona.

Capítulo 1: el agregado cultural
En 1950, dos años después de la muerte del poeta Antonin Artaud, Albert Nalpas fundó Artaud & Co, una escurridiza sociedad que hasta hoy se dedica, en términos generales, a la “preservación y difusión de la memoria del gran poeta de Francia”. Así dice textualmente el eslogan escrito con letras de un rojo ambiguo, más bien rosáceo, en la puerta de las oficinas, y que también se reproduce, en membretes del mismo colorido, en hojas, sobres y tarjetas de presentación. Las oficinas de Artaud & Co, que en realidad son dos habitaciones vetustas parcialmente devoradas por la carcoma, están situadas en el sótano de un hotel, en la rue Serpente, en el 6º distrito de París.
Los primeros años de Artaud & Co transcurrieron favorecidos por el supuesto parentesco que existía entre Albert Nalpas y el poeta, cuyo nombre completo era, efectivamente, Antoine Marie Artaud Nalpas. Durante casi dos décadas Albert, acompañado siempre por Delfina, su mujer y vicepresidenta de la compañía, aprovechó la coincidencia de apellidos para hacerse con una serie de documentos y objetos que poco a poco fueron conformando una importante colección. Simultáneamente Albert fue convirtiéndose en el experto por excelencia cada vez que en algún programa de radio o televisión se hablaba del legado poético de Artaud.
En 1968 Michel Trias, un periodista francés de origen catalán, demostró, en un artículo cáustico, la falsedad del parentesco, pues el verdadero apellido de Albert no era Nalpas sino Nalpassent, de acuerdo con la información que había revelado la misma Delfina al periodista, a la sazón su amante, un amante que ella había aceptado “estrictamente por necesidad” porque Albert Nalpas, o Nalpassent, tenía “una forma abyecta y egoísta de satisfacerse”.
Todo esto me lo explicó ella misma cuando después de mucho errar llegué ahí tratando de documentar la historia del paso de Antonin Artaud por Irlanda, una historia crucial para la antología del poeta en la que acababa de embarcarme. Delfina, igual que Trias, era de origen catalán y es probable que este haya sido el motor de aquel amantazgo, aunque ella lo negara rotundamente. “La causa de aquella aventura fue una fijación enfermiza con su padre”, puntualizó Albert, y después se me quedaron mirando los dos, como un perro que ha visto que están a punto de lanzarle un palo y, con una ansiedad apenas contenida, espera a que le digan: “Tráemelo”. El cáustico artículo que publicó Michel Trias en 1968 estaba destinado a hacer volar en pedazos Artaud & Co, pero su aparición coincidió con la búsqueda de la playa debajo de los adoquines del mayo francés, y aquella bomba letal pasó prácticamente inadvertida. No obstante, Albert Nalpas, o Nalpassent, y Delfina tuvieron que cerrar cinco años las oficinas después de un par de amenazas graves perpetradas por fanáticos del poeta.

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