domingo, 23 de octubre de 2011

PARKING

Cuando salimos de casa hacía un día precioso, el sol se explayaba en medio de un cielo sosegado y limpio, pero cuando llegamos a las proximidades del centro comercial, observé que unos nubarrones habían ido conquistando las alturas. Era muy posible que pronto empezase a llover. Entramos con el coche en el parking subterráneo y antes de apearnos, apuramos el porro que estábamos fumando.
Abnegados del influjo narcótico del t.h.c. transitamos por los pasillos del supermercado llenando el carrito de la compra. Después de pasar por caja, sentiste el impulso incontrolable de comprarte unos vaqueros. Así que nos acercamos a las tiendas de moda y las recorrimos todas. Te probaste multitud de pantalones, pese a ello ninguno era de tu gusto. Con unos te veías el culo gordo, con otros la cintura era demasiado alta, a estos le sobraban pernera, a aquellos les faltaba dobladillo, los bolsillos eran muy grandes, el color no era el adecuado, el corte estaba pasado de moda, el tejido era excesivamente basto o le faltaba consistencia…
No aguantaba más. Te dije que siguieses tú sola, mientras tanto yo iría a dejar la compra y te esperaría con el coche a la salida de centro, así ganaríamos tiempo a la hora de salir de allí. La verdad era que mi cuerpo necesitaba nicotina, ése era el motivo real de mi escaqueo. Empujé el carrito metálico hasta el parking con el ansía de fumarme un cigarro en cuanto estuviese dentro del coche. Pero una vez en el recinto no supe dónde dirigirme. No recordaba la plaza, ni el nivel en el que aparqué. Busqué por los alrededores con la esperanza de encontrar mi coche, pero enseguida comprendí que no iba a ser fácil dar con él. El parking contaba con tres niveles y cada nivel era inmenso. Cogí el móvil y marqué tu número.

- Cariño ¿recuerdas en qué plaza aparcamos?
- Casi no te oigo, habla más alto.
- Digo que si recuerdas la plaza donde hemos dejado el coche.
- Se te oye muy bajito.
- Es que estoy en el parking y casi no hay cobertura… Escucha ¿En qué plaza hemos aparcado?
- No lo sé.
- Y el nivel ¿te acuerdas del nivel?
- No te oigo… cuelgo.

Y colgaste.

- ¡Mierda!

Si no tenía un golpe de suerte iba a pasar horas buscando el coche. Me encendí el cigarro allí mismo, no podía esperar más. Dos mujeres de mediana edad se acercaron con sus respectivos carritos, al pasar a mi lado una de ellas se encaró conmigo.

- Está prohibido fumar aquí.
- Lo sé.
- Entonces ¿por qué lo hace?
- El vicio.
- No se da usted cuenta que está jugando con la salud de los demás.
- Señora, estamos en un aparcamiento.
- Da igual, el humo me perjudica de igual manera.
- ¿Qué pasa, que el humo de mi cigarro es nocivo pero el que echan los tubos de escape no? Déjeme en paz.

Las dos mujeres siguieron su camino recriminándome la falta de civismo. Me dio igual, yo lo que quería era encontrar mi coche y salir de allí. Intenté visualizar el lugar donde había aparcado. Nada, no recordaba una mierda. Al aparcar estábamos tan colocados que no me preocupé de memorizar el dato. Ese fallo me iba a costar caro, lo sabía. Debía elaborar un plan. Podía buscar a diestro y siniestro sin ningún fundamento o recorrer concienzudamente cada nivel hasta dar con el coche. Decidí informarte de la situación. Busqué un lugar donde la cobertura fuera decente, y te llamé.

- ¿Cariño? Escucha…
- Mi amor, me he comprado unos vaqueros que vas a flipar de lo bien que me quedan.
- Me alegro. Escucha…
- Te oigo fatal ¿Dónde estás?
- En el parking. Aun o he encontrado el coche.
- Todavía no lo has encontrado ¿y a qué esperas?
- No es tan fácil. Esto es inmenso y no sé dónde buscar. He pensado que lo mejor es empezar por el primer nivel… ¿me escuchas?
- Te escucho entrecortado.
- Digo que me va a llevar tiempo encontrar el coche. Por qué no vas a la cafetería y te tomas algo mientras yo… ¿estás ahí?...

La línea se había cortado.

- ¡Mierda puta!

Empujé el carrito hasta el primer nivel. Una vez allí, me hice un esquema global del perímetro y mentalmente lo dividí en cinco parcelas, de esta forma facilitaría la búsqueda. Empecé a escudriñar la primera parcela.
Cuando estaba en la tercera, vi que un grupo de seis enanos se bajaba de un coche. Me pareció bastante curioso, pero no le dí mayor importancia y seguí buscando. Minutos después, otro grupo de enanos se apearon de un cuatro por cuatro. Tanto enano me resultó sospechoso, y más cuando delante de mis narices aparcó una furgoneta y salieron una docena más. Me fije que todos ellos llevaban una camiseta roja con letras blancas que decían: LOS PRECIOS MÁS BAJOS. Comprendí que debía tratarse de algún tipo de promoción organizada por los grandes almacenes. Seguí con la búsqueda. Me encendí otro cigarro y sonó el móvil. Eras tú.

- ¿Se puede saber qué coño estás haciendo?
- Cariño, esto es como una película de David Lynch.
- Déjate de chorradas y pasa a recogerme de una vez.
- ¿Dónde estás?
- Esperándote en la puerta principal.
- Te dije que me esperases en la cafetería, que iba a tardar.
- Pues date prisa porque está empezando a llover y no quiero que se me mojen los vaqueros nuevos.
- Es mejor que me esperes en la cafetería… ¿me oyes?

La comunicación se cortó. Estuve tentado de llamarte y acabar la conversación pero pensé que era prioritario dar con el coche cuanto antes. En la cuarta y quinta parcela no estaba, eso quería decir que se encontraba en el segundo o tercer nivel. Subí en el ascensor hasta el segundo nivel. Hice lo mismo que en el primero, dividí el espacio en cinco parcelas imaginarias y me dispuse a recorrerlas una a una. Cuando estaba pasando al lado de una columna escuché un ruido extraño por encima de mi cabeza. Era un murciélago enredado en una inmensa telaraña, el ruido lo producían las alas al golpear contra la columna en su intento desesperado por liberarse de la trampa de seda. La araña causante de tanta hebra debía de ser enorme. Me quedé vigilando por ver si salía de su escondrijo. El murciélago cada vez estaba más enredado y apenas podía mover sus alas. Al cabo de un minuto el quiróptero comprendió que estaba derrotado y resignado se rindió a su destino. La araña no dio señales de vida... ♫♫♫, ♫♫♫, ♫♫♫. El móvil. De nuevo eras tú quien llamaba.

- ¿Qué haces?
- ¿Qué crees que hago?
- Joder ¿aún no lo has encontrado?
- Voy por el segundo nivel, espero encontrarlo pronto.
- Más te vale porque ya me he tomado dos cafés y en la calle está diluviando.
- ¿Y qué quieres que haga?
- Darte prisa, eso el lo que quiero que hagas.

Y colgaste. Me encendí un cigarro, mejor eso que mosquearse. Me sentí como el murciélago, atado de pies y manos, rendido a la evidencia por mi mala cabeza. De los errores se aprende. Seguro que otra vez me acordaré de fijarme donde aparco. El carro de la compra me precedía por los largos pasillos flanqueados de hileras de coches. Yo levantaba la cabeza y miraba por encima intentando atinar sobre un Opel Corsa de color oro azteca. Una tonalidad bastante peculiar y poco frecuente, al menos contaba con esa ventaja para localizarlo. Arrojé el cigarro al suelo, lo que realmente necesitaba era un porro que me calmase los nervios. No lo dudé, me situé entre dos coche y me puse a liarlo. Me sudaba el capullo que alguien me viera, me iba a fumar un porro sí o sí. Mientras quemaba la piedra me llamó la atención un Audi que estaba aparcado enfrente. El vehículo tenía encima una capa de polvo de varios milímetros de espesor. Evidentemente estaba abandonado. Eso me hizo pensar. ¿Por qué alguien abandona su coche en el aparcamiento de un centro comercial? No era normal. Me encendí el porro y seguí cuestionando el motivo de tal decisión. Quitando la capa de mugre, al coche se le veía en bastante buen estado. ¿Acaso el dueño sufrió un ataque al corazón y tuvo que ser trasladado a un hospital donde falleció sin dejar constancia de donde había dejado el coche? Se me ocurrieron varias hipótesis, todas ellas descabelladas… ♫♫♫, ♫♫♫, ♫♫♫.

- Dime.
- ¿Lo has encontrado ya?
- Sigo buscando.
- Lo tuyo es increíble. Llevas casi una hora y no has encontrado el puto coche.

Me tocaba los cojones cuando te ponías así. Antes de cabrearme en serio, aproveché la excusa de la mala cobertura para concluir la conversación.

- No se te escucha, así que cuelgo.

Colgué y aspiré del porro con rabia.

- A ver si te crees que estoy de paseo. No, estoy aquí, jodido y deseando salir de este agujero. Si tanta prisa tienes por qué no vienes y buscas tú misma el puto coche.

Estaba hablando solo, al darme cuenta me sentí avergonzado. Miré una última vez al Audi abandonado y seguí con la búsqueda del mío.
En el segundo nivel no estaba, sin duda debía encontrarse en el tercero. Maldita ley de Murphy. Subí en ascensor al tercer nivel, delimité las cinco parcelas imaginarias y continué buscando.
♫♫♫, ♫♫♫, ♫♫♫.

- Todavía no lo he encontrado, si es por lo que llamas.
- Me lo imaginaba. Mira, estoy harta de esperar. Voy a llamar un taxi y ya nos veremos en casa.

Y colgaste. Noté la adrenalina y el cabreo. La situación empezaba a desbordarme. Cogí una lata de cerveza del carrito, estaba caliente pero la abrí, me bebí media de un trago y apuré el resto con un trago más.
Tres cuartos de hora después terminé con el tercer nivel, no obstante el coche seguía sin aparecer. Me hubiera gustado quemar el mundo. ¿Cómo era posible? Una de dos, o no había buscado tan bien como yo pensaba, o me lo habían robado. No sabía qué coño hacer, si empezar a buscar de nuevo, llamar a la policía o tirarme a las vías del tren.

® pepe pereza (del libro Amores breves)

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