Cuando el reto
diario es hacerse la comida y obligarse a comer, aprender a cuidar de uno
mismo, levantarse de la cama, vestirse, adecentar un poco el rostro y tomar
impulso para sacudir la inercia que nos lleva a desplomarnos en el sofá
enganchados al no estar, al no pertenecer, al no sentir, al no sufrir,
queriendo escapar de la inhabitabilidad de la vida y fundirse en un opalescente
y último abrazo, deslizarse en el pozo de la indiferencia que se abate
certero sobre el cuerpo abandonado a su destino.
Cuando el reto
diario es ser capaz de gestionar las pequeñas tareas cotidianas sin horizonte
ni espera salvo mantener la intendencia necesaria imprescindible para no
sucumbir. Ser capaz de abrir la puerta y salir a la calle aferrándose al vacío,
dejando deslizar la sombra y enfrentarse al día con una sonrisa pintada en el
rostro y sacudir el letargo opresor que lucha por ocuparnos, conseguir enlazar
los pasos uno tras otro en la continuidad del camino.
Cuando el reto
diario es, simplemente, permanecer.
1 comentario:
Gracias Pepe por incluirme en tu rinconcito, no ando yo muy sobrada de tiempo en estos días, y hoy brujuleando un poco por la red me he encontrado con la grata sorpresa de encontrar tu resonancia.
Un abrazo
Maica
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