martes, 5 de mayo de 2009

EL ASESINO

Desde el tejado tenía una perspectiva estupenda de toda la calle. Una señora salió de la panadería y Nico apuntó con la carabina. Jacinto, que estaba tumbado sobre las tejas, se fijó en que su amigo estaba apuntando a alguien. Se incorporó y se acercó sigiloso.

- ¿A quién apuntas? – Preguntó, a la vez que echaba un rápido vistazo abajo, a la calle.
- A esa gorda que lleva la barra de pan.

Nico apretó el gatillo y el perdigón impactó en una de las nalgas de la señora. Al sentirlo, la pobre mujer no pudo reprimir un sobresalto acompañado de un ridículo grito. Los chavales se ocultaron para no ser interceptados por las miradas de la confundida señora, que dolorida atisbaba de un lado a otro buscando el origen de aquel ataque. Nico y Jacinto reprimieron sus carcajadas, aunque desde donde estaba la señora, era imposible que les oyese. Asomaron sus cabezas por la repisa y echaron un vistazo a la calle. La señora seguía mirando a su alrededor mientras se pasaba la mano por la nalga herida. Se replegaron de nuevo ocultándose de la vista de los viandantes y rieron, esta vez sí, sin cortarse.

- Ahora me toca a mí. – Dijo Jacinto arrebatándole la carabina a su amigo.

Ambos habían trabajado durante meses repartiendo publicidad por los buzones. Con lo ganado, se habían comprado la carabina y desde entonces no habían parado de disparar a todo lo que se movía, especialmente a otras personas. Empezaron disparando a pájaros y lagartijas, más tarde a ratas de basurero, de ahí a gatos y perros y finalmente pasaron a la caza mayor, es decir, a las personas. Una vez que lo habían probado no querían volver a malgastar sus balines con animales. Era mucho más divertido y emocionante disparar a la gente.

- Antes cambiemos de sitio. – Dijo Nico, dándoselas de profesional.
- ¿Vamos a la vía a por los que pasan asomados en los trenes? – Sugirió Jacinto, con la inconsciencia y el entusiasmo propio de su juventud.

Llegaron a un descampado cercano a la salida de la estación donde había cañaverales tras los que ocultarse y por donde los trenes pasaban a una velocidad moderada. Escondidos entre las cañas, esperaron la llegada de un tren de pasajeros.

- Yo de mayor quiero ser asesino a sueldo. – Dijo Nico en tono serio.
- Mi padre quiere que yo sea abogado, pero a mí lo que me gustaría es ser millonario. – Añadió Jacinto siguiendo con la conversación.
- Toma y a mí, pero como no nos toque la lotería o acertemos una quiniela, lo tenemos claro.
- Entonces no me va a quedar más remedio que hacerme abogado.
- Pues así, si un día la poli me coge a mí, tú me defiendes y me sacas de la cárcel, ¿vale?
- Vale, colega.

Ambos chocaron sus puños cerrando el trato. Jacinto se preguntó mentalmente quién ganaría más dinero, si los asesinos a sueldo o los abogados… pero no llego a ninguna conclusión así que tampoco dijo nada. Nico por su parte pensó en que si viviera en Norteamérica, en vez de una carabina tendría un UZI.

3 comentarios:

Begoña Leonardo dijo...

Por desgracia, esta realidad con este escenario, con estas vidas aburridas y peligrosas existe... La educación es la clave, pero la política lo manda todo a la mierda.

Besos cariñosos.

Javier Belinchón dijo...

Efectivamente, estas cosas existen, este desencanto, esta frustración,... tal y como dice Begoña. Ahora bien, no sé si la educación, al menos la actual, es la solución al problema, creo, más bien, que es parte del problema.

Buen texto, claro y conciso.

Abrazos.

pepe pereza dijo...

Aquí nos vemos los de siempre.
Estoy totalmente de acuerdo con vuestras reflexiones.
Gracias por acompañarme cada día.
un abrazo a los dos.