Estaba hasta los cojones del puto cine americano, con sus héroes de pacotilla y sus mensajes fascistas. Harto le tenían de mostrar la jodida banderita en la mayoría de sus escenas. De acuerdo que lo hacían muy bien y tenían grandes presupuestos, los mejores actores y los más increíbles efectos especiales, pero sus historias daban por culo. No había por donde cogerlas. Una mierda pinchada en un palo o mástil de bandera. Eso pensaba Pepe del cine americano, exceptuando algunas películas independientes como las de los hermanos Cohen o las que habían sido escritas por Charlie Kaufman. Su novia Carmen no estaba de acuerdo y creía que los americanos eran los mejores en todo, incluido el cine. Eso a Pepe le sacaba de quicio. Carmen soñaba con viajar a Estados Unidos y visitar New York, Los Ángeles, Chicago, Boston, etc. Pepe no hubiese viajado a Norte América ni aunque le hubiesen pagado. Ambos evitaban sacar el tema para no discutir, pero esa tarde decidieron ir al cine. En la cartelera ofrecían la reposición de “Toro Salvaje” de Martin Scorsese y aunque era americana, Pepe optó por ella. Carmen prefirió una comedia de amor con Richard Gere de protagonista. Ninguno de los dos estaba dispuesto a ceder. Justo en medio de la discusión, cuando trataban de comparar el talento de Robert De Niro con el de Richard Gere, dieron un salto en el espacio-tiempo y aparecieron en medio de un desierto. Aquello les dejó sin habla durante unos momentos. Estar en un sitio y al segundo siguiente en medio del desierto, acojona de la hostia. Ya no importaba si De Niro era mejor o peor actor que Richard Gere, ya no importaba la película que verían, lo único que importaba era cómo coño habían llegado hasta allí. Y lo que era más importante, cómo podrían regresar al punto de partida. Escrutaron el horizonte intentando distinguir un lugar donde dirigirse. No había rastro de civilización y hasta donde alcanzaba la vista sólo se oteaban dunas y más dunas. Decidieron encaminar sus pasos en sentido contrario al sol, así podrían caminar dándole la espalda y sus ojos no sufrirían la violencia de su luz. Poco a poco fueron pasando las horas y el astro rey empezó a ocultarse dando paso a la fría noche. Pepe y Carmen hicieron un alto en su camino para recuperar fuerzas, se abrazaron intentando aprovechar el calor de sus cuerpos, tenían la boca seca y pequeñas quemaduras en los rostros. Apenas pudieron dormir, la ropa que vestían no era la adecuada para las bajas temperaturas. También acusaban la falta de agua y alimentos. Carmen rompió a llorar, necesitaba desahogarse de alguna manera y pensó que soltando unas cuantas lágrimas se sentiría mejor, Pepe la abrazó y trató de calmarla. Justo en ese momento dieron un salto en el espacio-tiempo y aparecieron sentados a la mesa de un restaurante. La sorpresa fue mayúscula, pero aprovechando que estaban allí decidieron pedir. Pepe levantó el brazo para llamar la atención de uno de los camareros, el chico se acercó inmediatamente a la mesa y les preguntó que iban a cenar, pero Pepe y Carmen no entendieron ni una palabra, quizá porque el camarero les hablaba en griego...
El cartel de España en Angoulême 2025
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María José Gálvez, Directora General del Libro, el Cómic y la Lectura
presentó ayer en un acto en París la marca/imagen que me encargaron crear
para España...
Hace 30 minutos
3 comentarios:
Curioso relato. Parece más el comienzo de una novela de ciencia ficción que un relato corto.
Desconcertante.
Un abrazo.
Fascinante hasta aquí, pero estoy con Javier, esto es un comienzo, un avance, o no...
Pepe, Pepe, que esto es un novelón.
Besazos.
Por ahora sólo relatos, las novelas ya vendrán, si es que vienen.
Begoña y Javier, como siempre os digo y no me cansaré de repetirlo: es un placer teneros por aquí.
Un abrazo
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