sábado, 29 de enero de 2011

LA LIBERTAD GUIANDO AL PUEBLO de VELPISTER

LA LIBERTAD GUIANDO AL PUEBLO.
Susana tiene trabajo. Hoy está sola con los niños. Trabaja en una academia de música en Vigo. Como hay una huelga general en Galicia se le ocurre llamar a Vitrasa, la empresa de transporte urbano. Allí le dicen que sólo hay cuatro autobuses a lo largo del día en la línea c9b cubriendo los servicios mínimos, y ninguno pasa a la hora que ella necesita. No puede ser, piensa, no puedo perder mis horas, además recibe clases de violín a primera hora, cortesía de la dirección, se decide a llamar a un taxi, pregunta cuánto costaría teniendo en cuenta que vive a las afueras de la ciudad, lejos, bastante lejos, le contestan que alrededor de veinte euros. ¿Veinte euros? Parece que le falta la respiración, apenas gano eso esta tarde, no me compensa. Llama a su madre, que me venga a buscar papá, ¡ay, no puede, está ocupado vigilando a los carpinteros que trabajan en los armarios del piso de su hermano, de su querido y protegido y mimado hijo. Vaya. Cuelga. Si es que ya lo sabe, es el machismo, adoran a ese hijo por ser un hombre, por ser un macho, siempre fue así, su madre ama de casa sometida, recuerda las discusiones ante la pasividad del niño, del único niño, no hacía nada, por no hacer, ni siquiera estudiaba, es el hombre, es el que perpetúa el apellido:
Pérez.
Da igual, no hay tiempo que perder en pensamientos inútiles. Qué hacer. ¿Llamaré a la academia para avisar de que no hay autobuses?
A Susana, que es una mujer entregada como pocas he conocido, se le ocurre llamar de nuevo a Vitrasa. Le dicen que en su parada habitual no, pero que bajando por la carreterilla que lleva a su casa, a un km y medio, podría coger otro autobús de una línea más concurrida. ¿A qué hora? Gracias. Tiene diez minutos. Organiza la ropa del niño, que se viste solo y a toda prisa, viste a la niña con lo primero que encuentra, como lo que encuentra es ropa heredada, parece un niño, cierra contras y ventanas, se arregla malamente y salen a todo correr en medio de una ligera y molesta poalla. En su camino van encontrando a ingenuos trabajadores/as que esperan el autobús que no llegará, les va avisando, una parada tras otra, se crea entonces una procesión de personas a lo largo de las estrechísimas aceras de la bajada a la travesía del aeropuerto, ella delante con el carrito de la niña y el niño a un lado, a toda velocidad, sólo diez minutos, allí camina en primer lugar la Susana, ¡ea! la Susana. Cuando se encuentra la última parada antes de su destino final, una señora a la que avisa de la huelga le dice que tome un estrechísimo atajo, y por allí va una procesión de trabajadoras y trabajadores guiados por la Susana, como en el cuadro de Delacroix, pero sin los pechos al aire, esos pechos que ella dice que se le han quedado chuchurríos por culpa de dos hijos y tres partos pero que yo adoro y no sólo eso sino que beso y acaricio cuando ella me deja, ella, como la libertad guiando al pueblo, llega al autobús, todos a salvo, pagan el precio excesivo, abusivo, deja a los niños con los abuelos y tras el trasbordo, llega con tiempo de sobra a la academia donde le pagan 8 euros la hora, a pesar de su licenciatura superior de piano, lo que va a ganar esta tarde apenas pagaba el taxi que la llevaría, pero merecía la pena el esfuerzo, le apetecía mucho llegar a tiempo, porque tiene clases de violín durante media hora, cortesía de la dirección, aunque a ella, a la Susana, que toca el piano de puta madre, el violín le sigue sonando como a Tecla, la araña.

®Velpister

1 comentario:

Paloma Corrales dijo...

Qué bueno.

Un beso.