viernes, 21 de octubre de 2011

CARLA BADILLO CORONADO GANADORA DEL PREMIO NACIONAL DE POESÍA "CESAR DÁVILA ANDRADE

Discurso Premio Nacional de Poesía “Cesar Dávila Andrade” 2011, por Carla Badillo Coronado

Autoridades presentes, miembros del jurado, familia, amigos, señoras y señores:

Recibo a la distancia, con mucha emoción, la grata noticia de haber ganado el Premio Nacional de Poesía “César Dávila Andrade”, con mi poemario inédito "Partituras Incompletas (apuntes de música y otras obsesiones)", y al no poder estar presente en la entrega del mismo, he decidido escribir un pequeño discurso que será leído por Rocío, mi madre, lo que se vuelve a la vez un acto de agradecimiento hacia la mujer que hace veintiséis años me trajo al mundo y que hoy nuevamente dará a luz -a través de su voz- estas palabras que ahora escribo desde San Francisco.

Para ser sincera la noticia me sorprendió mucho. Era la primera vez que enviaba mis poemas a un concurso, 'arriesgándome', además, al que considero el certamen más prestigioso del país en este género, y por lo tanto sabía, de antemano, que la posibilidad de perder era mayor. Pero me lancé. Y aquí estoy. Quizá es algo que me han enseñado los viajes, las carreteras desoladas, los trenes, los ríos, las montañas, los desiertos. Cuando estás en un cruce de caminos y debes decidir entre dos rutas desconocidas, es preciso avanzar, pues si te quedas parado por temor a lo que puedas encontrar del otro lado, si te parece muy grande lo que promete el horizonte, es probable que anochezca y acabes por perderte incluso sin haberte movido. Así que acabé entregando mi manuscrito el último día, apenas una hora antes de que se cerrara el plazo.

Sin embargo, más allá del premio, que desde luego me place y me honra (porque además lleva el nombre de uno de los más grandes poetas ecuatorianos, a quien admiro profundamente), está la satisfacción de haberme obligado a mí misma a cerrar una etapa pendiente, y a trabajar a diario, con mucho más ahínco, en mi obra. Confieso que soy caótica en mi escritura, acumulo versos, citas, espasmos, crónicas, desvaríos, en hojas sueltas, en máquinas sin respaldo, en servilletas manchadas de whisky o de café, y en diarios que a veces pierdo, por lo que este fue el pretexto para plantearme más organización y compromiso con mi escritura.

Por otra parte, siempre me he movido en los extremos. He tenido en mi vida profesores que han dicho que he sido su mejor alumna y otros que han dicho lo contrario. Los últimos alegaban indisciplina. Y es cierto. Pero me temo que lo que para ellos era ‘indisciplina’, para mí era simplemente la incapacidad de quedarme callada ante cualquier infamia. Mi abuelo, Carlos Coronado, el sastre, no era un hombre de letras, pero sí un hombre de palabra. Y fue de él quien heredé el nombre y el valor de decir las cosas de frente. Mis padres, por su parte, siempre me defendían, por ejemplo, cuando en la escuela la maestra se quejaba de mi terrible caligrafía, a lo que ellos respondían que no podían hacer nada pues sus letras también eran chuecas, y sin embargo sabían que, a fin de cuentas, era el contenido lo que importaba.

De esa especie de rebeldía se ha nutrido mi poesía, y de las enseñanzas de la gente que considero mi tribu: de los nómadas y sedentarios, de los guerreros nativos, de los artistas anónimos, de los danzantes, de los eruditos sentados en Cafés, y de los aventureros que desafían la gravedad, de los viejos, de los locos, de los enamorados, de los que arriesgaron todo por un sueño, de los malandrines de buen corazón, y, desde luego, de los innumerables libros y autores a los que en gran parte he llegado sola, como buena autodidacta, ya que nunca he asistido a ningún taller de poesía ni he estudiado literatura como carrera.

Agradezco profundamente a los miembros del jurado, que se dieron la oportunidad de leerme con una mirada limpia y que se conectaron con cada uno de mis poemas, es decir con todas las voces que me habitan y desde las cuales escribo. Agradezco también, de todo corazón, a mi hermana y a mis padres, seres maravillosos que han confiado en mí, y a quienes entiendo que -en su infinito amor- muchas veces les cuesta comprender mi mundo, y sin embargo están ahí, siempre, siempre, con la sonrisa dispuesta, con el ejemplo, con el gesto, con la espera, con su bendición.

Por otro lado, me he enterado también que soy la primera mujer en recibir este célebre premio, lo que desde luego también es un estímulo. Sin embargo creo firmemente que más allá de cualquier género, edad o nacionalidad está la buena o mala poesía. O mejor aún: es poesía o no lo es. Emily Dickinson decía: "Si tengo la sensación física de que me levantan la tapa de los sesos, sé que eso es poesía". Estoy de acuerdo. Y quizá eso es lo que he intentado transmitir con este poemario, en el que la música lo constituye de principio a fin, bajo la estructura de una sinfonía demencial, empezando por el tiempo y acabando en el silencio, y cuyas partituras incompletas anuncian, una a una, muchas de mis obsesiones, sin las cuales, desde luego, esta obra no existiría.

“Vengo de la muerte de mil cuerpos errantes”, anunciaba Dávila Andrade cuando tenía mi edad. Yo también siento lo mismo, y sin embargo es a través del lenguaje que también resucito. La poesía es a fin de cuentas mi verdadera patria, el lugar en el que mejor me siento, mi refugio, mi parnaso, mi trinchera, mi infierno, mi salvación, mi abismo. La poesía es, en sí misma, una transgresión a los límites y las reglas, tal como lo es el amor. Y precisamente este libro está dedicado a Mark, mi compañero, mi musa, mi himno en el destiempo, con quien tengo una historia fuera de toda ley, de toda norma, de todo tiempo. Rilke decía que las obras de arte son siempre el producto de un riesgo, de una experiencia llevada al límite. Por eso me niego a vivir en un mundo ya dado, un mundo que quiere seguir imponiéndome su orden. Un orden que no es el mío. Por eso hoy enarbolo el amor y la poesía como banderas de mi transgresión. A fin de cuentas no sé que rostro tendrá el futuro, y sin embargo estoy segura que me encontrará escribiendo, como siempre, sujetando mi pluma como un escudo.

Muchas gracias.

Carla Badillo Coronado
San Francisco, California
17 octubre de 2011


ESCRITO POR: CARLA BADILLO CORONADO

4 comentarios:

jens peter jensen silva dijo...

maravillosa carla

CARLA BADILLO CORONADO dijo...

Gracias, querido Pepe. Y a ti también Velpi. Les mando un abrazo transoceánico desde SF.

C.

pepe pereza dijo...

Peter, y más que lo va a ser. Esta mujer no tiene techo (en cuanto a metas me refiero)

un abrazo.

Mi niña bonita! Olé tus ovarios.
besazo enorme

Jeferson dijo...

QUE VUESTRO CAMINO EN EL FUTURO SE ENCUENTRE TAPIZADO DE POESIA...
EXITOS CON TU ESCUDO