viernes, 14 de octubre de 2011

EL DROGADICTO

“El Chutas” le llamaban sus colegas de aguja porque era el punk más yonqui y tirado del barrio. Se había ganado el mote a base de miles de pinchazos repartidos por todas sus venas. No obstante, gozaba de cierto prestigio, ya que en su día fue un destacado guitarrista de un grupo punk. Los que le conocían de entonces, le guardaban cierta admiración. El Chutas realmente se llamaba Carlos, aunque ya nadie le conociera por ese nombre. Aquel día en la calle, Carlos acechaba a una anciana que confiada sacaba dinero de un cajero automático. Vio que aquel era el momento de actuar. Cruzó la calle mirando a ambos lados mientras sacaba su revólver. Se colocó al lado de la vieja y apretando el cañón contra su vientre le pidió amablemente que sacase el máximo permitido por su tarjeta de crédito. La anciana aterrorizada no opuso resistencia e hizo todo lo que Carlos le ordenó. Le entregó el dinero y las pocas joyas que llevaba (un anillo de matrimonio y unos pendientes baratos). Después abandonó el sitio sin dar la voz de alarma. Carlos la había advertido de antemano y la anciana, aunque muy asustada, se sentía afortunada de haber salido viva de la experiencia. Carlos corrió con el botín en sus bolsillos y se refugió en un oscuro y húmedo callejón para contabilizar la suma de sus ganancias. Entonces apareció aquel mamarracho. Iba vestido de superhéroe, con leotardos naranjas, botas rojas de goma, capa bermellón al vuelo y camiseta extra-ajustada (a juego con los leotardos) con un relámpago estampado en el pecho, además de una ridícula máscara que ocultaba su rostro. El tipo era bajito y rechoncho, con una prominente barriga que apenas cubría la camiseta.

- Detente, malvado ratero – dijo con un marcado acento gallego.

Sin duda era un trastornado escapado de algún psiquiátrico, pensó Carlos.

- Muy gracioso… – dijo sin dejar de contar los billetes. - … ¿Te has escapado de una fiesta de disfraces o qué?
- He visto lo que le has hecho a esa pobre señora - añadió el superhéroe, sin dejar nunca el acento gallego.
- Eso no es asunto tuyo, pelele.
- ¡Soy Relámpagoman! Y estoy aquí para combatir la injusticia.
- Pedoman, como me sigas tocando los cojones voy a enfadarme contigo - le advirtió Carlos, guardándose el dinero en la entrepierna.
- Prepárate para luchar. - gritó Relámpagoman con ese condenado acento gallego, mientras ensayaba una postura marcial.

Carlos sacó el revólver y lo puso a la vista diciendo:

– Mira fantoche, me haces gracia y no quiero hacerte daño, pero si me obligas no dudaré en vaciar el cargador ¿Me has entendido?...

El superhéroe se echó a reír con una risa fingida que sonaba de lo más peliculero.

– No le temo a las balas, soy inmune a ellas…, además poseo otros superpoderes. Así que será mejor que te rindas y aceptes tu castigo.

Carlos no sabía si echarse a reír o empezar a disparar.

– Porque me haces gracia, que si no... 
– Está bien… Tú lo has querido… - replicó Relámpagoman.

Extendió su brazo derecho con la palma de su mano abierta, apuntando directamente a Carlos. Increíblemente de su mano surgió un zigzagueante rayo luminoso que le alcanzó de lleno, dejándolo KO. Horas después, encontraron a Carlos a la entrada de la comisaría. Estaba atado de pies y manos y un pelín chamuscado. Junto a él había un sobre que iba dirigido a todos los criminales y delincuentes locales. La carta era una advertencia para todos ellos. Y la firmaba: Relámpagoman.

Para Velpister.

® pepe pereza (Momentos extraños)

2 comentarios:

jens peter jensen silva dijo...

qué bueno, colega, qué bueno

pepe pereza dijo...

;)

un abrazo