Sé que soy un caos, de pies a cabeza, empezando por el peine que nunca utilizo. De raíces a puntas, siempre abiertas, colgando inertes por mi espalda, cubierta por una chaqueta a la que solo la queda un botón, gris... neutro, sin gracia, la chaqueta. Mi flequillo , continua en el mismo debate, largo o corto, ambos son excusa para tapar mi frente, demasiado grande, mis cejas, salvajes serían demasiado pobladas, depiladas, en forma de arco hacen que mis ojos sean demasiado grandes, según el ángulo, el otro día tuve que hacerme una foto para el pasaporte, salieron diminutos, mis ojos, casi imperceptibles, como dos pulgas en la cima de una gran montaña que es mi mandíbula, el fotógrafo , supongo, por su edad, hombre de gran experiencia, me hizo levantar la cabeza demasiado y el resultado no fui yo, ahora sin maquillar, ni una triste línea en los ojos, da igual siempre está corrida... me empeño en mantenerla... se esconden debajo, mis ojos, los limita, a mis ojos, su tamaño me resulta grotesco, la sapo me llamaban aquellas pijas del colegio de monjas... y me convencieron, durante una excursión al campo. Mis compañeros, enanos crueles, les sacaba a todos una cabeza, jugaban a intentar enrollarse entre ellos con la excusa del juego "beso ,verdad o consecuencia", yo era la consecuencia, malditos, ni siquiera quería ser el beso, pero ser la consecuencia dolió demasiado, el acné me ha acompañado hasta hace poco y por aquel entonces mi frente era la mejor muestra de pubertad del colegio, su reto, fue darme un besito en el epicentro del volcán, vamos, en toda la granuda frente, hablando en planta. Malditos asquerosos, luego empecé a maquillarme... eso agravó la situación, se me fue de las manos... Volvemos al presente, soy desordenada, a veces me enfado sin razón y miro a ver quién me llama antes de descolgar el teléfono. Amigos del alma tengo pocos, no por que no quiera... los caminos se separan, la gente cambian, a veces para bien. Paso horas enfrente del ordenador, trabajando, a pesar de ello no tengo un duro, mi talento se tambalea a cada reto que se le presenta, mi inseguridad crece y la ansiedad se dispara, me obsesiono y no atiendo a nada más, me olvido de mi misma, de los que me rodean, podría dejarme morir de inanición si no fuese adicta al dulce y mis caderas crecen, se enraízan a la silla, ya gastada, sin relleno, con un cojín encima, las cortinas no hacen juego con la habitación, los libros y papeles se amontonan a los lados del escritorio, ni siquiera son útiles, los papeles, ni siquiera tengo la intención de reciclarlos, los meteré en una bolsa junto a los paquetes de tabaco de liar que he ido tirando, aunque les quedaba algo de miga, lo suficiente para un par de pitillos, y la tiraré, la bolsa, al contenedor orgánico...mi crueldad para con el medio ambiente no tiene límites, antes usaba laca, laca en cantidades industriales, me cardaba el pelo hasta que descubrí que sin peinarme conseguía el mismo resultado...todo es casual, nada de esto me entusiasma, estaré a tiempo para cambiar? para usar "eyeliner"?
De pequeña quería ser niña prodigio, no por que cantase ni bailase, tampoco tenía gracia, es que a mi abuela le encantaban, esas niñas flamencas de pelo brillante y dientes como perlas... hace un par meses desistí en mi deseo...ya era demasiado tarde para empezar a intentarlo... me quedo con mi caos con mi inminente madurez, con mis cortinas horrorosas... total... no hay nada malo en ser una madurita antiprodigio.
Publicado por Julia D. Velázquez en
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