...
me gusta
escribir en la noche con tu aroma en mi piel, da consistencia a mi vacío, me
separa de la herrumbre de los cerrojos que me pongo, perdido, como ese mosquito
que me intenta succionar una pupila y muere ahogado entre legañas, decapitado
por el parpadeo de la incertidumbre... esa espera de mí mismo que me agota.
Me gusta coincidir contigo pues sólo en ti descubro los sonidos necesarios, la luz de mis silencios en los que siempre me pudro, buscando un paso a dar, una nota que rompa la atonía tonal en el derrumbe de mí mismo.
Me gusta coincidir contigo pues sólo en ti descubro los sonidos necesarios, la luz de mis silencios en los que siempre me pudro, buscando un paso a dar, una nota que rompa la atonía tonal en el derrumbe de mí mismo.
El viento
corre y levanta las sombras. Me vapulea con ellas como a un espantapájaros
anclado en un cruce de caminos. Soy harapos y, a menudo, última gota de
esperma destilado en un alambique que mira a tierra cuando tú no estás. Con
ella sello mi legado: los trozos de mí que cedo al viento. Mis ojos se pierden
en la noche oscura. Sé que estoy a medio camino en ningún camino:
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