Si a Pepe hubiese que describirlo con dos palabras, las más adecuadas serían: “hombre aburrido”. Por eso le sorprendió tanto que de entre todos los seres humanos del planeta, el elegido fuera él. Todo empezó así: Un día que Pepe estaba durmiendo la siesta, Dios se presentó en su salón y con voz ronca y abovedada dijo:
- Despierta.
Pepe se incorporó del sofá sobresaltado y con el corazón a punto de salírsele del cuerpo. Cuando le vio pensó que seguía soñando y que aquella visión era producto de una pesadilla, de otra forma no podía explicarse por qué un viejo con melena y barba blanca y una especie de aureola brillante alrededor de su cabeza estuviera en medio del salón. Antes de que pudiera pensar en otras alternativas, Dios le habló:
- Te he elegido para que seas uno de mis nuevos apóstoles.
Pepe se dio cuenta de que aquello no era un sueño, de que el viejo que vestía con una túnica blanca era real y estaba allí. Inmediatamente se puso a la defensiva.
- ¿Quién coño eres tú? ¿Cómo has entrado aquí?
- Escucha lo que te digo, quiero que seas…
- Si no te largas ahora mismo llamaré a la policía.
- Cálmate, soy Dios y estoy aquí para encomendarte una misión de suma importancia.
- Mira viejo, no me importa si estás majareta o si te has pasado dándole al Don Simón pero cómo no te largues de mi casa empiezo a repartir hostias ya.
- ¿Has escuchado lo que te he dicho?... Soy Dios… (deletreando) D. I. O. S… Dios…
- Que sí, que lo que tú digas, pero ya te he avisado y el que avisa no es traidor.
- ¿Qué milagro quieres que haga para que no dudes más?
- A mí no me vaciles, que solo digo las cosas una vez… O te largas o hay hostias, tú eliges.
- ¿Tienes arcilla por ahí?
- ¿Qué?
- Arcilla ¿qué si tienes un poco?
- ¿Arcilla?
- Sí, para crear un ser humano.
- ¿Para crear qué?
- Un ser humano, uno cómo tú. Así me creerás y podremos ir al grano…
Pepe estaba tan confundido que no supo que decir.
- ¿Tienes o no? – Insistió Dios.
- Quiero que salgas de mi casa.
Dios se fijó en una maceta que estaba junto a la ventana.
- No importa usaré la tierra de esa maceta.
- No toques nada…
Dios avanzó hacía la maceta y Pepe trato de impedírselo. Dios, con un exceso de teatralidad, levantó su diestra y al instante Pepe quedó paralizado.
- Estate atento, seguro que flipas…
Dios cogió un montón de tierra de la maceta, la dejó sobre la mesa, luego se tomó un minuto para llenarse la boca de saliva, la escupió sobre la tierra, lo mezcló todo y con el barro resultante se puso a modelar una figura. Pepe miraba sin poder moverse, sentía como el gemelo de su pantorrilla izquierda se le iba subiendo, produciéndole calambres y pinchazos muy dolorosos. A pesar de eso seguía sin poder moverse. No entendía nada de lo que estaba pasando, aunque se esforzaba por comprenderlo. Al cabo de unos minutos, Dios dio por terminada su obra. El resultado final fue una figura humanoide de unos treinta centímetros de estatura parecida a un Madelman. Dios se concentró y usando su potente voz dijo:
- Vive.
El barro se fue convirtiendo progresivamente en carne, huesos y fluidos. Finalmente, la figurita cobró vida.
- ¿Has visto? – Le pregunto Dios a Pepe, señalando con arrogancia al pequeño madelman. - ¿Me crees ahora?
De repente Pepe se vio liberado de su inmovilidad y por fin pudo centrarse en el dolor de su gemelo, estiró lo que pudo la pierna afectada, intentando mantener todo el peso de su cuerpo sobre la pierna sana.
- ¡Joder!... ¡Mecagüen la hostia puta!... - Maldijo mientras botaba a la pata coja.
Dios y el madelman lo miraron en silencio sin saber muy bien que le pasaba. Lo bueno de los calambres musculares (si es que tienen algo de bueno) es que al igual que vienen se van. Aliviado dejó de dar ridículos saltitos por el salón y se centró en los desconocidos. Por su parte, Dios pensó que era hora de volver al tema principal y habló:
- ¿Has visto lo que acabó de hacer? ¿Te convences ahora de qué soy Dios?
- Te ha salido muy feo, por no hablar de su estatura. – Puntualizó Pepe.
Dios se tomó un par de segundos para observar al pequeño ser. Era feo como un demonio, y más por estar ahí encima de la mesa desnudito con su pequeño pene colgando. El madelman los observaba a su vez, sintiéndose cada vez más indefenso y avergonzado.
- Me ha salido así porque he tenido que utilizar la tierra de la maceta, si hubiese tenido arcilla de la buena, otra cosa sería. – Intentó disculparse Dios.
- ¿Y la desviación de su columna? ¿También es por la tierra de la maceta? – Añadió Pepe.
- Vale, ya sé que no es una obra de arte, pero está vivo que es lo que cuenta. Su fisonomía es lo de menos, solo trataba de demostrarte que soy Dios.
Aquello era demasiado. El madelman no pudo contenerse más y rompió a llorar lleno de indignación.
- Ya os vale, me habéis dejado claro que soy feo y deforme, pero os olvidáis de que tengo sentimientos…
Tenía voz de pitufo. Dios intervino para desviar la atención y encauzar los hechos.
- Pasa de él… Cómo te decía, quiero que seas uno de mis nuevos apóstoles ¿Qué te parece la oferta?
- No sé… - De pronto cayó en la cuenta de que él no tenía ni idea de la labor que desempeña un apóstol y se animó a preguntar. - … ¿Qué es lo que tendría que hacer?
- Pues lo que hacen los apóstoles, difundir mi sagrada palabra y esas cosas… Verás, dentro de muy poco, se celebraran unas elecciones a nivel mundial para establecer una sola religión. Sé de buena tinta que Alá, Buda y Yahvé ya han empezado a reclutar a su gente para organizarse. Y nosotros no vamos a ser menos. Hay que evangelizar al planeta entero, hay que convencer a todos de que somos la mejor alternativa. Que sólo hay un Dios y de que ése soy yo. Que soy el mejor y el más poderoso, pero también el más magnánimo y el más bondadoso.
- Yo es que no soy bueno hablando, me atasco, tartamudeo, y además no me gusta la gente, prefiero aprovechar mi tiempo libre para estar tranquilo en casa. - Intentó escaquearse Pepe.
Al verse tan ignorado el madelman se enfadó mucho y no pudo reprimirse.
- ¿Y tú te defines a ti mismo cómo bondadoso? Menudo Dios de mierda eres tú…
Dios y Pepe se volvieron hacía la mesa donde estaba subido.
- … ¿Dónde está la bondad en lo que has hecho conmigo? Solo me has creado para convencer a este imbécil… - Dijo el madelman.
- ¡Eh! Sin insultar, que yo no te he hecho nada. – Se defendió Pepe.
- … Ni siquiera has tenido la decencia de hacerme como es debido, pero que más da, tan solo soy una demostración de tu gran poder, que importa que me hayas hecho feo y deforme…
- Trata de ignorarle y sigamos con nuestra conversación. - Le indicó Dios a Pepe.
- … ¿Y ahora qué va a pasar conmigo? ¿O no has pensado en eso?... Insistió el pequeño ser.
- ¡Cállate! ¿No ves que estamos tratando asuntos de suma importancia?... - Gritó Dios, a punto de perder la paciencia. –…Estamos asegurando el futuro del mundo.
- ¿Y qué futuro me espera a mí?... Añadió el pequeño ser.
- Muérete. - Concluyó Dios de forma tajante
El madelman cayó fulminado sobre la mesa. Sin darle más importancia, Dios intentó retomar la conversación con su elegido.
- Volviendo a la conversación de antes, tu labor principal sería la de difundir mi mensaje. Y no te preocupes de nada. Yo me encargaré de poner mi verbo en tu boca. Tú solo tienes que dejarte llevar, es muy fácil…
- Pero es que yo no sé si valdré, ya te digo que no me gusta la gente y menos en grupo.
- Cómo no vas a valer. Según mis informes tú eres político y te dedicas a hablar a las masas ¿No es así?
- Creo que esos informes están mal. Yo soy tramoyista.
- ¿Tramoyista?
- Sí, trabajo en un teatro.
- Pero ¿tú no eres Manuel García Armas?
- No, yo soy José Pérez Gil.
- Ya… ¿Estás seguro?
- Segurísimo… El tal Manuel ese, creo que vive dos pisos más arriba.
- ¿Éste no es el quinto?
- No, es el tercero.
- Pues… No sé que decir… Cómo ves se ha cometido un error y lo único que puedo hacer es… disculparme por este malentendido y sobre todo por hacerte perder el tiempo.
- No pasa nada, todo el mundo comete errores.
Todo el mundo comete errores, pero él no era todo el mundo, él era Dios. Se sintió ofendido pero no dijo nada, sólo quería salir de allí y enmendar el error.
- Ejem… ¿La salida es por aquí?
- Sí, por esa puerta y continúa hasta el final del pasillo, allí verás la puerta de salida. - Le indicó Pepe.
- Pues nada… ya nos veremos. Ha sido un placer conocerte…
- Lo mismo digo.
Dios avanzó raudo hacía la puerta, entonces Pepe cayó en la cuenta del pequeño cadáver que yacía sobre la mesa.
- ¿Y qué hago con éste?
Dios se atusó la barba mientras intentaba dar con una solución. Finalmente dijo:
- Entiérralo en la maceta. Le servirá de abono a la planta.
Y dicho esto, desapareció por la puerta desentendiéndose del tema. Cuando Dios salió de la casa, Pepe cogió de una pierna al pequeño ser y lo levantó a la altura de sus ojos para observarlo detenidamente.
- ¡Qué cosa más fea! – Concluyó.
Después hizo un agujero en la maceta, metió el pequeño cadáver y lo cubrió con la tierra…
- ¡¡¡¡GOOOOOOOOOOLLLLL!!!! – Gritó alguien desde la calle.
Pepe se despertó sudando. Todo había sido una pesadilla, menos mal. Sin embargo y a pesar de lo absurdo de la situación, el sueño le había parecido tan real que estuvo a punto de rebuscar en la tierra de la maceta, aunque después de pensarlo le pareció una estupidez hacerlo. Se acomodó en el sofá, encendió la tele y se centró en el partido de fútbol que estaban retransmitiendo.
- Despierta.
Pepe se incorporó del sofá sobresaltado y con el corazón a punto de salírsele del cuerpo. Cuando le vio pensó que seguía soñando y que aquella visión era producto de una pesadilla, de otra forma no podía explicarse por qué un viejo con melena y barba blanca y una especie de aureola brillante alrededor de su cabeza estuviera en medio del salón. Antes de que pudiera pensar en otras alternativas, Dios le habló:
- Te he elegido para que seas uno de mis nuevos apóstoles.
Pepe se dio cuenta de que aquello no era un sueño, de que el viejo que vestía con una túnica blanca era real y estaba allí. Inmediatamente se puso a la defensiva.
- ¿Quién coño eres tú? ¿Cómo has entrado aquí?
- Escucha lo que te digo, quiero que seas…
- Si no te largas ahora mismo llamaré a la policía.
- Cálmate, soy Dios y estoy aquí para encomendarte una misión de suma importancia.
- Mira viejo, no me importa si estás majareta o si te has pasado dándole al Don Simón pero cómo no te largues de mi casa empiezo a repartir hostias ya.
- ¿Has escuchado lo que te he dicho?... Soy Dios… (deletreando) D. I. O. S… Dios…
- Que sí, que lo que tú digas, pero ya te he avisado y el que avisa no es traidor.
- ¿Qué milagro quieres que haga para que no dudes más?
- A mí no me vaciles, que solo digo las cosas una vez… O te largas o hay hostias, tú eliges.
- ¿Tienes arcilla por ahí?
- ¿Qué?
- Arcilla ¿qué si tienes un poco?
- ¿Arcilla?
- Sí, para crear un ser humano.
- ¿Para crear qué?
- Un ser humano, uno cómo tú. Así me creerás y podremos ir al grano…
Pepe estaba tan confundido que no supo que decir.
- ¿Tienes o no? – Insistió Dios.
- Quiero que salgas de mi casa.
Dios se fijó en una maceta que estaba junto a la ventana.
- No importa usaré la tierra de esa maceta.
- No toques nada…
Dios avanzó hacía la maceta y Pepe trato de impedírselo. Dios, con un exceso de teatralidad, levantó su diestra y al instante Pepe quedó paralizado.
- Estate atento, seguro que flipas…
Dios cogió un montón de tierra de la maceta, la dejó sobre la mesa, luego se tomó un minuto para llenarse la boca de saliva, la escupió sobre la tierra, lo mezcló todo y con el barro resultante se puso a modelar una figura. Pepe miraba sin poder moverse, sentía como el gemelo de su pantorrilla izquierda se le iba subiendo, produciéndole calambres y pinchazos muy dolorosos. A pesar de eso seguía sin poder moverse. No entendía nada de lo que estaba pasando, aunque se esforzaba por comprenderlo. Al cabo de unos minutos, Dios dio por terminada su obra. El resultado final fue una figura humanoide de unos treinta centímetros de estatura parecida a un Madelman. Dios se concentró y usando su potente voz dijo:
- Vive.
El barro se fue convirtiendo progresivamente en carne, huesos y fluidos. Finalmente, la figurita cobró vida.
- ¿Has visto? – Le pregunto Dios a Pepe, señalando con arrogancia al pequeño madelman. - ¿Me crees ahora?
De repente Pepe se vio liberado de su inmovilidad y por fin pudo centrarse en el dolor de su gemelo, estiró lo que pudo la pierna afectada, intentando mantener todo el peso de su cuerpo sobre la pierna sana.
- ¡Joder!... ¡Mecagüen la hostia puta!... - Maldijo mientras botaba a la pata coja.
Dios y el madelman lo miraron en silencio sin saber muy bien que le pasaba. Lo bueno de los calambres musculares (si es que tienen algo de bueno) es que al igual que vienen se van. Aliviado dejó de dar ridículos saltitos por el salón y se centró en los desconocidos. Por su parte, Dios pensó que era hora de volver al tema principal y habló:
- ¿Has visto lo que acabó de hacer? ¿Te convences ahora de qué soy Dios?
- Te ha salido muy feo, por no hablar de su estatura. – Puntualizó Pepe.
Dios se tomó un par de segundos para observar al pequeño ser. Era feo como un demonio, y más por estar ahí encima de la mesa desnudito con su pequeño pene colgando. El madelman los observaba a su vez, sintiéndose cada vez más indefenso y avergonzado.
- Me ha salido así porque he tenido que utilizar la tierra de la maceta, si hubiese tenido arcilla de la buena, otra cosa sería. – Intentó disculparse Dios.
- ¿Y la desviación de su columna? ¿También es por la tierra de la maceta? – Añadió Pepe.
- Vale, ya sé que no es una obra de arte, pero está vivo que es lo que cuenta. Su fisonomía es lo de menos, solo trataba de demostrarte que soy Dios.
Aquello era demasiado. El madelman no pudo contenerse más y rompió a llorar lleno de indignación.
- Ya os vale, me habéis dejado claro que soy feo y deforme, pero os olvidáis de que tengo sentimientos…
Tenía voz de pitufo. Dios intervino para desviar la atención y encauzar los hechos.
- Pasa de él… Cómo te decía, quiero que seas uno de mis nuevos apóstoles ¿Qué te parece la oferta?
- No sé… - De pronto cayó en la cuenta de que él no tenía ni idea de la labor que desempeña un apóstol y se animó a preguntar. - … ¿Qué es lo que tendría que hacer?
- Pues lo que hacen los apóstoles, difundir mi sagrada palabra y esas cosas… Verás, dentro de muy poco, se celebraran unas elecciones a nivel mundial para establecer una sola religión. Sé de buena tinta que Alá, Buda y Yahvé ya han empezado a reclutar a su gente para organizarse. Y nosotros no vamos a ser menos. Hay que evangelizar al planeta entero, hay que convencer a todos de que somos la mejor alternativa. Que sólo hay un Dios y de que ése soy yo. Que soy el mejor y el más poderoso, pero también el más magnánimo y el más bondadoso.
- Yo es que no soy bueno hablando, me atasco, tartamudeo, y además no me gusta la gente, prefiero aprovechar mi tiempo libre para estar tranquilo en casa. - Intentó escaquearse Pepe.
Al verse tan ignorado el madelman se enfadó mucho y no pudo reprimirse.
- ¿Y tú te defines a ti mismo cómo bondadoso? Menudo Dios de mierda eres tú…
Dios y Pepe se volvieron hacía la mesa donde estaba subido.
- … ¿Dónde está la bondad en lo que has hecho conmigo? Solo me has creado para convencer a este imbécil… - Dijo el madelman.
- ¡Eh! Sin insultar, que yo no te he hecho nada. – Se defendió Pepe.
- … Ni siquiera has tenido la decencia de hacerme como es debido, pero que más da, tan solo soy una demostración de tu gran poder, que importa que me hayas hecho feo y deforme…
- Trata de ignorarle y sigamos con nuestra conversación. - Le indicó Dios a Pepe.
- … ¿Y ahora qué va a pasar conmigo? ¿O no has pensado en eso?... Insistió el pequeño ser.
- ¡Cállate! ¿No ves que estamos tratando asuntos de suma importancia?... - Gritó Dios, a punto de perder la paciencia. –…Estamos asegurando el futuro del mundo.
- ¿Y qué futuro me espera a mí?... Añadió el pequeño ser.
- Muérete. - Concluyó Dios de forma tajante
El madelman cayó fulminado sobre la mesa. Sin darle más importancia, Dios intentó retomar la conversación con su elegido.
- Volviendo a la conversación de antes, tu labor principal sería la de difundir mi mensaje. Y no te preocupes de nada. Yo me encargaré de poner mi verbo en tu boca. Tú solo tienes que dejarte llevar, es muy fácil…
- Pero es que yo no sé si valdré, ya te digo que no me gusta la gente y menos en grupo.
- Cómo no vas a valer. Según mis informes tú eres político y te dedicas a hablar a las masas ¿No es así?
- Creo que esos informes están mal. Yo soy tramoyista.
- ¿Tramoyista?
- Sí, trabajo en un teatro.
- Pero ¿tú no eres Manuel García Armas?
- No, yo soy José Pérez Gil.
- Ya… ¿Estás seguro?
- Segurísimo… El tal Manuel ese, creo que vive dos pisos más arriba.
- ¿Éste no es el quinto?
- No, es el tercero.
- Pues… No sé que decir… Cómo ves se ha cometido un error y lo único que puedo hacer es… disculparme por este malentendido y sobre todo por hacerte perder el tiempo.
- No pasa nada, todo el mundo comete errores.
Todo el mundo comete errores, pero él no era todo el mundo, él era Dios. Se sintió ofendido pero no dijo nada, sólo quería salir de allí y enmendar el error.
- Ejem… ¿La salida es por aquí?
- Sí, por esa puerta y continúa hasta el final del pasillo, allí verás la puerta de salida. - Le indicó Pepe.
- Pues nada… ya nos veremos. Ha sido un placer conocerte…
- Lo mismo digo.
Dios avanzó raudo hacía la puerta, entonces Pepe cayó en la cuenta del pequeño cadáver que yacía sobre la mesa.
- ¿Y qué hago con éste?
Dios se atusó la barba mientras intentaba dar con una solución. Finalmente dijo:
- Entiérralo en la maceta. Le servirá de abono a la planta.
Y dicho esto, desapareció por la puerta desentendiéndose del tema. Cuando Dios salió de la casa, Pepe cogió de una pierna al pequeño ser y lo levantó a la altura de sus ojos para observarlo detenidamente.
- ¡Qué cosa más fea! – Concluyó.
Después hizo un agujero en la maceta, metió el pequeño cadáver y lo cubrió con la tierra…
- ¡¡¡¡GOOOOOOOOOOLLLLL!!!! – Gritó alguien desde la calle.
Pepe se despertó sudando. Todo había sido una pesadilla, menos mal. Sin embargo y a pesar de lo absurdo de la situación, el sueño le había parecido tan real que estuvo a punto de rebuscar en la tierra de la maceta, aunque después de pensarlo le pareció una estupidez hacerlo. Se acomodó en el sofá, encendió la tele y se centró en el partido de fútbol que estaban retransmitiendo.
2 comentarios:
Pepe, eres un cuentista maravilloso, me lo he tragado, lo he vivido, me has tenido en ascuas, vamos que prueba superada. Este sí que es un corto...
Deberían leérselo a los niños en la clase de religión, porque mi niña va a ética que si no... Bueno intentaría quitar las palabrotas,jeje...
Besazos.
De primeras se tendrían que abolir las clases de cualquier religión, pero en eso, ni tú ni yo tenemos mano. Gracias Begoña, este es un relato que le tengo cariñito.
Un beso
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