Había sido el día del espectador y estaba cansada. La película que habían proyectado era una de esas americanadas con muchas explosiones y poco argumento. Ella odiaba ese género de cine y le hubiera gustado decirles a los espectadores que venían en tropel a comprar las entradas que no malgastasen su tiempo y dinero en ver tal bazofia, pero su ética profesional se lo impidió. Al fin y al cabo, ella estaba allí para vender entradas, cuantas más mejor. Además, por la afluencia de gente se diría que la mayoría prefería ese tipo de films. Quién era ella para influir en los gustos de cada cual. Sin duda, ella optaba por un cine más clásico. Le encantaban las películas de la década de los cuarenta, cuando el cine se rodaba en blanco y negro y los protagonistas destilaban glamour por doquier. ¡Qué tiempos aquellos!... De joven estuvo tan influida por esas películas que quiso ser actriz. Soñó con convertirse en una estrella, una más en el firmamento del celuloide. Tal fue su afición que a los dieciocho años se despidió de su ciudad natal y viajó a la capital para estudiar arte dramático. Las cosas no le fueron bien y al cabo de tres años regresó con los suyos. Trabajó de cajera en un supermercado, de camarera los fines de semana, cuidando ancianos… Fue cambiando de trabajo hasta que encontró el puesto de taquillera en el cine Avenida. Lo de vender entradas poco tenía que ver con ser actriz pero al menos estaba cerca del mundo que ella había soñado.
Desde entonces el tiempo había volado devorando años, sueños y juventud. La treintena quedó atrás, aparcada con los viejos recuerdos del pasado. En su rostro se fueron afincando las canas y las patas de gallo y los sueños de juventud cedieron dando paso a preocupaciones y pequeños achaques.
Se sentía cansada y un poco triste cuando acabó la jornada. Lo más sensato hubiera sido tomar el camino de regreso a casa, pero no tenía ninguna prisa por llegar, allí nadie la esperaba, a excepción de una cena fría y una aburrida sesión de televisión. Prefirió caminar, sin rumbo, dejándose llevar por la bruma. Las calles estaban veladas por una capa fina de niebla y el frío de la noche se hacía notar, de forma evidente cuando al respirar se escapaban por la boca pequeñas volutas de vapor que inmediatamente pasaban a formar parte de la niebla. Caminó despacio, dejando que el frío despejase su cabeza. Vió a un hombre con gabardina cruzar la calle, el tipo se parecía a Gary Cooper. Por un momento creyó que estaba dentro de una película de los años cuarenta. La niebla lo teñía todo de gris dotando al decorado de la ciudad de una ambientación en blanco y negro. Siguió caminando calle abajo y luego tomó la avenida que llevaba a…
- Creo que no es justo… ¿Me oyes?... Te digo a ti… Sí, tú, el que está escribiendo esto.
- ¿Quién…? ¿Yo?
- Sí, tú… ¿Cómo te llamas?
- Pepe.
- ¿Pepe?
- Pepe Pereza.
- Pues, señor Pepe Pereza, creo que no es justo.
- ¿El qué?
- Ponerme a caminar por toda la ciudad después de una dura jornada de trabajo.
- Se supone que no puedes… hablar conmigo.
- ¿Por qué?
- Porque… ¡Joder, esto anula todas las leyes de la ciencia! Es cómo si la realidad- ficción-espacio-tiempo se hubiesen… Como si se hubiera establecido un… puente, o algo, entre distintas dimensiones o… ¡Mierda! No sé explicarlo pero esto es muy raro ¿No piensas tú lo mismo?
- Es que yo a estas horas no estoy para pensar. Lo único que quiero es irme a casa.
- No, eso no. Tienes que quedarte.
- ¿Para qué?
- Para poder terminar el relato.
- Termínalo tú solito.
- Tu obligación es obedecerme.
- ¿Por qué?
- Porque yo soy el autor y tú… un simple personaje.
- ¿Simple? ¿Qué quieres decir con “simple”?
- Me refiero a que tú eres una recreación, algo de mi inventiva…
- ¿Y?
- ¡Joder!... Tu deber es hacer lo que yo escribo, sin cuestionarlo.
- Ya, pero andar por andar, y más cuando me he pegado un palizón... Comprende que estoy agotada. Lo que menos me apetece es estar por ahí de un lado para otro, sin sentido ni dirección… ¿Por qué no me mandas a mi casa?
- Porque tengo otros planes para ti.
- ¿Qué planes?
- Lo sabrás cuando los escriba.
- ¿Sabes lo que te digo?
- ¿Qué?
- Que va a ser que no. Yo me voy para casa.
- ¡Alto ahí! Soy yo quien dice qué hay que hacer.
- ¿Y si me niego?
- Te obligaré.
- ¿Cómo?
- Solo tengo que escribir una acción y no te quedará más remedio que realizarla.
- Eso ya lo veremos.
- Ah sí, espera y verás…
Ella siguió caminando.
- No voy a dar un paso por mucho que lo escribas. A no ser que esos pasos vayan encaminados directamente a casa.
- Si no me obedeces…
- ¿Qué?
- Crearé un nuevo personaje. Un asesino cruel y despiadado. Alguien que acabe contigo de la manera más sangrienta y dolorosa.
- Haz lo que quieras, yo me marcho.
- Quieta donde estás… ¿No me oyes? ¡Que te detengas!
- No voy a detenerme. Estoy harta de toda esta historia y lo único que quiero es llegar, darme un baño y cenar mientras veo la tele.
- Pero no comprendes que eso aburrirá a los lectores.
- ¿Qué lectores?
- Los que lean esto.
- No me digas que tienes pensado publicar esta mierda.
- Oye, un respeto.
- Admítelo, la historia se te ha ido de las manos. Yo si fuera tú, lo tiraría todo al cubo de la basura y empezaría otro relato.
- Esta historia iba muy bien hasta que a ti te ha dado por interrumpir.
- ¿Ahora tengo yo la culpa de que tú escribas con el culo? ¿Desde cuándo un simple personaje es culpable de lo que escribe el autor?
- Si no me hubieras interrumpido yo habría seguido con el relato y…
- ¿Y qué? Me habrías hecho recorrer la ciudad en medio de la niebla y con este frío del demonio que congela hasta los sentimientos.
- Bueno sí, pero además pasan más cosas.
- ¿Qué cosas?
- Cosas.
- ¿Cuáles?
- Ya lo sabrás cuando las escriba.
- ¿Y por qué no me las cuentas ahora?
- Si te las cuento ahora le quito toda la emoción al relato.
- ¿Emoción? Yo no he visto ninguna emoción.
- Porque me has interrumpido justo antes de empezar la acción. Lo escrito es sólo el comienzo, algo para preparar al lector… ¿se puede saber dónde coño vamos?
- Ya te he lo dicho. Yo a casa, tú no lo sé.
- No, tú te vas a quedar conmigo y vas a hacer lo que yo escriba o…
- ¿O qué? Enviaras a un despiadado asesino para que me viole hasta matarme.
- Eso mismo.
- Me la suda. Búscate otro personaje.
- Yo ya te he avisado, luego no me lo eches en cara.
Alguien, amparado en las sombras de un oscuro portal, observaba a la mujer. La vigilaba con ojos de depredador. Los músculos tensos, preparado para atacar en cuanto se presentase la ocasión. La mujer, inconsciente del peligro que la acechaba, siguió caminando directamente hacia las manos del que iba a ser su asesino. Cuando estuvo a la altura del portal donde se escondía el asesino, éste le salió al paso. Con una mano la cogió por el cuello y con la otra le tapó la boca. Y haciendo uso de su fuerza la obligó a entrar en el portal.
- No se te ocurra gritar o te rajo. – dijo el asesino antes de apartar la mano de su boca. - ¿Me has entendido?
La mujer asintió con la cabeza. El asesino apartó lentamente la mano de la boca de la taquillera, pero siguió agarrándola por el cuello. La mujer al mirar a los ojos del asesino no pudo soportarlo y el pánico se apoderó de ella...
- Pues no estoy asustada y mucho menos con pánico.
- Es verdad, yo no la veo asustada – confirmó el asesino.
- Me da igual, tú mátala.
- Es que… eso de matar. Que quieres que te diga, no es mi estilo. Yo como mucho la puedo violar… Aunque para eso necesito un poco de intimidad.
- Me importa un carajo lo que tú necesites. Yo soy el autor y te ordeno que la mates. A ser posible con saña, que sufra.
- Y a mí me la suda que seas san dios. Yo no admito órdenes de nadie y menos de capullos como tú.
- Bien dicho – dijo la taquillera.
- Gracias – le contestó el violador soltándole el cuello.
- Adivina por qué quiere que me mates.
- No tengo ni idea.
- Porque me he negado a caminar sin rumbo por la ciudad ¿Te lo puedes creer?
- ¿Sólo por eso?
- Sólo por eso.
- Lo dicho. Este tío es un capullo.
- Eso es mentira. Quiero que la mates porque me ha jodido el relato que estaba escribiendo. Se ha negado a hacer lo que yo escribía.
- Pues tampoco creo yo que sea motivo para cargarse a nadie -dijo el violador guiñándole un ojo a la taquillera.
- ¡Me cago en la puta! Que no me cuestionéis. Vosotros sois unos putos personajes que existís gracias a que yo os he creado. Estáis subordinados a mis antojos. A ver cuándo se os mete en la puta cabeza.
- Este tipo, además de ser un capullo integral, es un jodido nazi – sentenció el violador.
- Estoy totalmente de acuerdo contigo.
- Me caes bien, tía. ¿Sabes qué te digo?
- Dime.
- Que no pienso violarte, ni perjudicarte en nada. Por mucho que se empeñe ese cretino.
- Tú también me caes bien.
- Yo estoy hasta las narices de todo esto Por qué no me acompañas por ahí y te invito a unas cervezas.
- Mi casa está aquí cerca. Si quieres puedo preparar algo para cenar.
- Me parece bien.
- Te ordeno que la mates ahora mismo o hago que aparezca una brigada entera de la policía y te detenga. Terminarías tus días en la cárcel entre sodomitas y degenerados…
- ¿Nos vamos? – preguntó la taquillera sin hacer caso de las palabras del autor.
- La damas primero.
Ambos salieron del portal. El autor los vio perderse entre la niebla agarrados de la mano. Tuvo que reconocerlo, había perdido la batalla.
Después seleccionó lo escrito y apretó la tecla de suprimir.
Desde entonces el tiempo había volado devorando años, sueños y juventud. La treintena quedó atrás, aparcada con los viejos recuerdos del pasado. En su rostro se fueron afincando las canas y las patas de gallo y los sueños de juventud cedieron dando paso a preocupaciones y pequeños achaques.
Se sentía cansada y un poco triste cuando acabó la jornada. Lo más sensato hubiera sido tomar el camino de regreso a casa, pero no tenía ninguna prisa por llegar, allí nadie la esperaba, a excepción de una cena fría y una aburrida sesión de televisión. Prefirió caminar, sin rumbo, dejándose llevar por la bruma. Las calles estaban veladas por una capa fina de niebla y el frío de la noche se hacía notar, de forma evidente cuando al respirar se escapaban por la boca pequeñas volutas de vapor que inmediatamente pasaban a formar parte de la niebla. Caminó despacio, dejando que el frío despejase su cabeza. Vió a un hombre con gabardina cruzar la calle, el tipo se parecía a Gary Cooper. Por un momento creyó que estaba dentro de una película de los años cuarenta. La niebla lo teñía todo de gris dotando al decorado de la ciudad de una ambientación en blanco y negro. Siguió caminando calle abajo y luego tomó la avenida que llevaba a…
- Creo que no es justo… ¿Me oyes?... Te digo a ti… Sí, tú, el que está escribiendo esto.
- ¿Quién…? ¿Yo?
- Sí, tú… ¿Cómo te llamas?
- Pepe.
- ¿Pepe?
- Pepe Pereza.
- Pues, señor Pepe Pereza, creo que no es justo.
- ¿El qué?
- Ponerme a caminar por toda la ciudad después de una dura jornada de trabajo.
- Se supone que no puedes… hablar conmigo.
- ¿Por qué?
- Porque… ¡Joder, esto anula todas las leyes de la ciencia! Es cómo si la realidad- ficción-espacio-tiempo se hubiesen… Como si se hubiera establecido un… puente, o algo, entre distintas dimensiones o… ¡Mierda! No sé explicarlo pero esto es muy raro ¿No piensas tú lo mismo?
- Es que yo a estas horas no estoy para pensar. Lo único que quiero es irme a casa.
- No, eso no. Tienes que quedarte.
- ¿Para qué?
- Para poder terminar el relato.
- Termínalo tú solito.
- Tu obligación es obedecerme.
- ¿Por qué?
- Porque yo soy el autor y tú… un simple personaje.
- ¿Simple? ¿Qué quieres decir con “simple”?
- Me refiero a que tú eres una recreación, algo de mi inventiva…
- ¿Y?
- ¡Joder!... Tu deber es hacer lo que yo escribo, sin cuestionarlo.
- Ya, pero andar por andar, y más cuando me he pegado un palizón... Comprende que estoy agotada. Lo que menos me apetece es estar por ahí de un lado para otro, sin sentido ni dirección… ¿Por qué no me mandas a mi casa?
- Porque tengo otros planes para ti.
- ¿Qué planes?
- Lo sabrás cuando los escriba.
- ¿Sabes lo que te digo?
- ¿Qué?
- Que va a ser que no. Yo me voy para casa.
- ¡Alto ahí! Soy yo quien dice qué hay que hacer.
- ¿Y si me niego?
- Te obligaré.
- ¿Cómo?
- Solo tengo que escribir una acción y no te quedará más remedio que realizarla.
- Eso ya lo veremos.
- Ah sí, espera y verás…
Ella siguió caminando.
- No voy a dar un paso por mucho que lo escribas. A no ser que esos pasos vayan encaminados directamente a casa.
- Si no me obedeces…
- ¿Qué?
- Crearé un nuevo personaje. Un asesino cruel y despiadado. Alguien que acabe contigo de la manera más sangrienta y dolorosa.
- Haz lo que quieras, yo me marcho.
- Quieta donde estás… ¿No me oyes? ¡Que te detengas!
- No voy a detenerme. Estoy harta de toda esta historia y lo único que quiero es llegar, darme un baño y cenar mientras veo la tele.
- Pero no comprendes que eso aburrirá a los lectores.
- ¿Qué lectores?
- Los que lean esto.
- No me digas que tienes pensado publicar esta mierda.
- Oye, un respeto.
- Admítelo, la historia se te ha ido de las manos. Yo si fuera tú, lo tiraría todo al cubo de la basura y empezaría otro relato.
- Esta historia iba muy bien hasta que a ti te ha dado por interrumpir.
- ¿Ahora tengo yo la culpa de que tú escribas con el culo? ¿Desde cuándo un simple personaje es culpable de lo que escribe el autor?
- Si no me hubieras interrumpido yo habría seguido con el relato y…
- ¿Y qué? Me habrías hecho recorrer la ciudad en medio de la niebla y con este frío del demonio que congela hasta los sentimientos.
- Bueno sí, pero además pasan más cosas.
- ¿Qué cosas?
- Cosas.
- ¿Cuáles?
- Ya lo sabrás cuando las escriba.
- ¿Y por qué no me las cuentas ahora?
- Si te las cuento ahora le quito toda la emoción al relato.
- ¿Emoción? Yo no he visto ninguna emoción.
- Porque me has interrumpido justo antes de empezar la acción. Lo escrito es sólo el comienzo, algo para preparar al lector… ¿se puede saber dónde coño vamos?
- Ya te he lo dicho. Yo a casa, tú no lo sé.
- No, tú te vas a quedar conmigo y vas a hacer lo que yo escriba o…
- ¿O qué? Enviaras a un despiadado asesino para que me viole hasta matarme.
- Eso mismo.
- Me la suda. Búscate otro personaje.
- Yo ya te he avisado, luego no me lo eches en cara.
Alguien, amparado en las sombras de un oscuro portal, observaba a la mujer. La vigilaba con ojos de depredador. Los músculos tensos, preparado para atacar en cuanto se presentase la ocasión. La mujer, inconsciente del peligro que la acechaba, siguió caminando directamente hacia las manos del que iba a ser su asesino. Cuando estuvo a la altura del portal donde se escondía el asesino, éste le salió al paso. Con una mano la cogió por el cuello y con la otra le tapó la boca. Y haciendo uso de su fuerza la obligó a entrar en el portal.
- No se te ocurra gritar o te rajo. – dijo el asesino antes de apartar la mano de su boca. - ¿Me has entendido?
La mujer asintió con la cabeza. El asesino apartó lentamente la mano de la boca de la taquillera, pero siguió agarrándola por el cuello. La mujer al mirar a los ojos del asesino no pudo soportarlo y el pánico se apoderó de ella...
- Pues no estoy asustada y mucho menos con pánico.
- Es verdad, yo no la veo asustada – confirmó el asesino.
- Me da igual, tú mátala.
- Es que… eso de matar. Que quieres que te diga, no es mi estilo. Yo como mucho la puedo violar… Aunque para eso necesito un poco de intimidad.
- Me importa un carajo lo que tú necesites. Yo soy el autor y te ordeno que la mates. A ser posible con saña, que sufra.
- Y a mí me la suda que seas san dios. Yo no admito órdenes de nadie y menos de capullos como tú.
- Bien dicho – dijo la taquillera.
- Gracias – le contestó el violador soltándole el cuello.
- Adivina por qué quiere que me mates.
- No tengo ni idea.
- Porque me he negado a caminar sin rumbo por la ciudad ¿Te lo puedes creer?
- ¿Sólo por eso?
- Sólo por eso.
- Lo dicho. Este tío es un capullo.
- Eso es mentira. Quiero que la mates porque me ha jodido el relato que estaba escribiendo. Se ha negado a hacer lo que yo escribía.
- Pues tampoco creo yo que sea motivo para cargarse a nadie -dijo el violador guiñándole un ojo a la taquillera.
- ¡Me cago en la puta! Que no me cuestionéis. Vosotros sois unos putos personajes que existís gracias a que yo os he creado. Estáis subordinados a mis antojos. A ver cuándo se os mete en la puta cabeza.
- Este tipo, además de ser un capullo integral, es un jodido nazi – sentenció el violador.
- Estoy totalmente de acuerdo contigo.
- Me caes bien, tía. ¿Sabes qué te digo?
- Dime.
- Que no pienso violarte, ni perjudicarte en nada. Por mucho que se empeñe ese cretino.
- Tú también me caes bien.
- Yo estoy hasta las narices de todo esto Por qué no me acompañas por ahí y te invito a unas cervezas.
- Mi casa está aquí cerca. Si quieres puedo preparar algo para cenar.
- Me parece bien.
- Te ordeno que la mates ahora mismo o hago que aparezca una brigada entera de la policía y te detenga. Terminarías tus días en la cárcel entre sodomitas y degenerados…
- ¿Nos vamos? – preguntó la taquillera sin hacer caso de las palabras del autor.
- La damas primero.
Ambos salieron del portal. El autor los vio perderse entre la niebla agarrados de la mano. Tuvo que reconocerlo, había perdido la batalla.
Después seleccionó lo escrito y apretó la tecla de suprimir.
6 comentarios:
jajajajaja
jajajajaja
jajajajaja
jajajajaja!!!!!!!!!!!
Relatazo, Pepe!!!!!
Lo he disfrutado mucho!
Esto de la metaficción es una delicia que no todos pueden resolver.
Te ha quedado perfecto.
Me hizo gracia el comentario que dejaste en el post del Torero Carnicero.
Me contabas que de pequeño te gustaba la capea.
Pues fíjate cómo se comunican blogs, ficción y realidad...
Cuando estaba escribiendo el texto, tenía que resolver la muerte de la vaca...quería que muriera sin que el torero la matase. Y dentro del papel, mientras le daba la vuelta, recordé a un personaje que escribiste hace unos días...aquel que era un pararrayos humano...me sentí tentada a meterlo dentro de la historia, a ponerlo como uno de los compañeros de Custodio, uno de los que observaban la inusual corrida desde la barrera. Así podría caer un rayo, matar a la vaca. Solucionaba el tema y jugaba a la intertextualidad contigo.
No lo hice...aunque ahora que lo pienso, este comentario podría tomarse como una tercera versión de la historia.
(Mec hizo la versión beoda en Letra Flotante).
Amo estos juegos...tu texto es una gozada.
Tengo que ponerme al día contigo, Pepe.
Yo tardo, pero cumplo.
Un beso de lunes!
Bravo por tus letras!
Muy bueno, Pepe. Me ha recordado (en lo del escritor que habla con sus personjes, claro) a Niebla de Unamuno.
El escritor es un pequeño dios con mucha mala leche.
Un beso.
Este relato, además de llevarte hacia el final sin tropiezos por su clara redacción, me parece pero que muy interesante.
Describe a la perfección esa fase por la que pasa todo novelisa: "la rebelión de los personajes". Tarde o temprano te ocurre. Al principio son un esbozo, luego van adquiriendo personalidad a base de esfuerzo, vivencias y tinta, y, cuando ya tienen cierta madurez, deciden y guian la pluma de su autor, usando sus manos como un mero instrumento. Los personajes de un relato son como los hijos, obedecen mientras te necesitan, pero en cuanto tienen independencia te utizan.
No estaría mal escribir una novela con este argumento.
Un abrazo.
Pepe, me constituyo en el presidente de tu club de fans. Qué bien retratas la forma en que crecen los personajes de un relato, ajenos muchas veces a la voluntad del autor. Se le escapan. Se os escapan. Un abrazo.
jejejejejejeje, grandísimo amigo pepe, de verdad, grandísimo, un fuerte abrazo.
Nadie elige ser personaje, solo actua en la redacción. Como siempre con una sonrisa tus letras.
Un Saludo
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