Tenía claro que el protagonista iba a ser un hombre deforme y que la acción se desarrollaría en un prostíbulo. Quería que su personaje sufriese el desplante de una prostituta. Esa, sobre todo, era la base del relato. Sabía cómo iba a reaccionar el protagonista, cuáles iban a ser sus sentimientos. Es más, tenía un as escondido en la manga, una vuelta de tuerca que haría que el final del relato sorprendiera al lector. Hasta ahí lo tenía claro. El problema radicaba en qué él nunca había estado en ningún prostíbulo. ¿Cómo iba a escribir sobre algo que no dominaba? Una de las reglas del escritor es escribir sobre temas conocidos, y si no, lo más importante es informarse y documentarse. Pensó detenidamente en ello. Luego trató de ordenar las ideas en su cabeza. Pero no tenía ni idea de cual era la manera de proceder y de actuar en un prostíbulo. De esos sitios solo sabía lo que había visto en las películas. Pero la realidad era muy distinta y necesitaba saber si se pagaba antes o después de haber recibido el servicio, cómo se concertaba la cita, el aspecto del lugar en cuestión, en fin, todas esas cosas que dan veracidad a una historia. Si quería escribir un buen relato no le quedaba otro remedio que acudir a una casa de citas. Bajó a la calle, buscó un kiosco y compró un periódico local. De regreso en casa, abrió el periódico por los clasificados. A primera vista la oferta era amplia y variada: MADURITA Vanesa, cuerpo escultural, atractiva, alta, delgadita, provocadora, sexo duro, francés natural… THAILANDESA Tamara, autentica geisha, morenaza, 120 pecho, delgadita, cintura manejable, chochito estrecho, sirvienta perfecta… 20 € Española, rubia, delgada, buenos pechos. Soy superviciosa, adoro hacer gozar a los hombres. Apartamento discretísimo… 20 € Ainoa. Niñata viciosa, experta chupadora. Siempre mojadita y dispuesta. El sexo es mi pasión. No te iras sin disfrutar… PAOLA guapísima niñata, cuerpazo de escándalo. Pechugona, traviesa. Jugoso chochito. “Chupo como nadie”. Córrete en mi boca. Siempre me corro… HOLA soy espectacular, me llamo Vicky. Puedo superar cualquier película porno. No tengo pelos en el chochito y puedes repetir hasta quedarte fundido. Si quieres te cuento el secreto para aguantar hasta seis horas seguidas. Auténtica ninfómana. Ven y compruébame…
No sabía por cuál decidirse, así que cerró los ojos y eligió al azar posando la punta de su dedo sobre uno de los anuncios. Abrió los ojos y miró el anuncio que estaba debajo de su dedo: LUISA jovencita complaciente, carita erótica. ¿Me dejas que con mi lengua recorra todo tu ardiente culito? Trataré que tengas un orgasmo anal de locura. ¡Visítame y alucinarás!... Ya que iba a ser la primera vez, él prefería que la experiencia fuese algo más convencional. Cerró los ojos y eligió de nuevo. Antes de abrir los ojos y ver su elección, pensó en una prostituta cualquiera acercándose a la ventanilla de clasificados del periódico local. Se imaginó a la prostituta diciéndole al encargado “Quiero que publiquen esto en sus clasificados: FULANA de tal. Garganta profunda, pechos de ensueño, culito tragón y chochito ardiente y juguetón…” En su cabeza vio la cara del encargado harto de escribir ese tipo de anuncios y la vergüenza encubierta de la fulana al tener que aguardar frente a la ventanilla a que el hombre terminase de apuntar el mensaje. Se dijo que ahí había otro relato y se guardó la idea en su archivo mental. Por fin, abrió los ojos y leyó lo que había elegido: RENOVACIÓN Preciosas señoritas les están esperando para darles todos los servicios. Masajes, francés natural, griego profundo, Beso negro, cubana, todo lo que nos pidas… En una libreta apuntó el número de contacto. Cogió el teléfono y fue marcando los números que había apuntado. Al hacerlo sintió un escalofrío que le subió por la columna vertebral y se dio cuenta de que le temblaban las manos. Los nervios habían hecho acto de presencia. Colgó. No iba a ser tan fácil como él pensaba. Se encendió un cigarro y se sentó en el sofá a pensar seriamente en lo que iba a hacer. Dándole vueltas a esos pensamientos empezó a sudar. Unas pequeñas manchas húmedas se fueron extendiendo debajo de los sobacos. Él aspiró el humo del cigarrillo con ansia, como si la nicotina y el alquitrán le fueran a calmar los nervios. Levantó la mirada hasta la estantería llena de libros. Algunos de esos libros los habían escrito amigos suyos. Ellos habían tenido la suerte de publicar mientras que él seguía siendo un escritor inédito. Se propuso ser valiente. Tenía que hacerlo, por el bien del relato. Si quería ser un buen escritor debía experimentar cosas nuevas, abrirse a todas las experiencias posibles. Apagó el cigarro, cogió el teléfono y marcó los números apuntados en la libreta. Oyó el timbre sonar al otro extremo de la línea. Sintió miedo y sin poder evitarlo colgó de nuevo. Primero debía pensar en qué iba a decir, no era cuestión de ponerse nervioso y empezar a tartamudear como un gilipollas. Necesitaba calmarse. Sacó la cajita de la marihuana y se lió un porro. Después de unas cuantas caladas se sintió mejor. Siguió fumando, pensando en el relato que escribiría. Toda la indecisión y cobardía que sentía le iban bien al protagonista. Cogió la libreta y tomó unas cuantas notas al respecto. Acabó el porro, lo apagó en el cenicero y se recostó en el sofá. Nico se desperezó a su lado, alargando una de sus patas delanteras. Nico era su gato. Luego de desperezarse saltó encima de la mesa, se acercó al cenicero y arrimó la nariz a la columna de humo que desprendía el canuto, que aún seguía encendido. Después se sentó sobre sus cuartos traseros y se puso a lamerse por todo el cuerpo. Él lo observó desde el sofá fascinado con cada uno de sus elegantes movimientos. Más tarde se incorporó, cogió el teléfono y lo puso en la mesa, justo delante de él. Nico se acercó al aparato y se restregó contra el auricular, luego saltó de la mesa al suelo y desapareció por la puerta. Él se quedo mirando el aparato telefónico. Se dio cuenta que podría marcar el número de la libreta sin tener que mirarlo, se lo había aprendido de memoria. Justo cuando se disponía a coger el auricular, sonó el timbre del aparato. Se llevó tal susto que estuvo a punto de gritar.
Finalmente contestó:
- Dígame.
- Soy yo… - dijo su madre - …Te llamaba para saber si vas a venir a comer mañana.
- Ya sabes que me acuesto tarde y me levanto más tarde aún.
- Voy a preparar patatas con costilla. Tu plato preferido… además van a venir tus hermanas.
- Ya pero… No sé si voy a estar levantado.
- Haz lo que te dé la gana.
- Está bien. Mañana iré a comer.
- Pues claro, tonto ¿Dónde vas a comer mejor?
- Nos vemos mañana.
- No llegues tarde.
- Seré puntual, no te preocupes. Un beso.
- Un beso.
Colgó. Se sentía algo colocado por el porro. Decidió fumarse otro antes de llamar al prostíbulo. Se lo lió y se lo fumó sin dejar de mirar al teléfono. Lo mejor era no darle más vueltas y hacerlo. Descolgó el auricular y marcó de memoria los números. Le contestó una voz femenina con un acento extranjero que no supo ubicar.
- Hola. Estás hablando con Desiré.
- Hola, llamo por… lo del anuncio del periódico.
- Te cuento, cariño. Tenemos cinco chicas monísimas que se pondrán a tu disposición para satisfacer todos tus deseos. El servicio mínimo es de cincuenta euros. Si te interesa, la dirección es... ¿Tienes para apuntar?
- Sí, dime…
Apuntó la dirección en la libreta y de paso transcribió el diálogo que habían mantenido. No había sido tan difícil. Tenía la dirección, ahora solo era cuestión de ponerse en marcha. Se dio cuenta que estaba sudando a mares y que tenía la espalda y los sobacos totalmente empapados. Si quería acudir a la cita lo mejor era que se diese una ducha y se cambiara de ropa. Así lo hizo. Además se afeitó y se lavó a conciencia los dientes, y no solo eso, también se echó desodorante en las axilas y un chorro de colonia en el cuello y cerca de las ingles. Antes de salir de casa se miró en el espejo. Su aspecto, en cuanto a higiene, era inmejorable. Salió a la calle seguro de sí mismo y caminó con soltura y decisión. A pesar de la ducha, seguía sintiéndose un poco colocado por la marihuana quizá por eso no se sentía nervioso. De camino al prostíbulo fue anotando mentalmente todas sus sensaciones para luego aplicarlas al personaje de su relato. Por primera vez en mucho tiempo, se sintió un escritor de verdad.
No sabía por cuál decidirse, así que cerró los ojos y eligió al azar posando la punta de su dedo sobre uno de los anuncios. Abrió los ojos y miró el anuncio que estaba debajo de su dedo: LUISA jovencita complaciente, carita erótica. ¿Me dejas que con mi lengua recorra todo tu ardiente culito? Trataré que tengas un orgasmo anal de locura. ¡Visítame y alucinarás!... Ya que iba a ser la primera vez, él prefería que la experiencia fuese algo más convencional. Cerró los ojos y eligió de nuevo. Antes de abrir los ojos y ver su elección, pensó en una prostituta cualquiera acercándose a la ventanilla de clasificados del periódico local. Se imaginó a la prostituta diciéndole al encargado “Quiero que publiquen esto en sus clasificados: FULANA de tal. Garganta profunda, pechos de ensueño, culito tragón y chochito ardiente y juguetón…” En su cabeza vio la cara del encargado harto de escribir ese tipo de anuncios y la vergüenza encubierta de la fulana al tener que aguardar frente a la ventanilla a que el hombre terminase de apuntar el mensaje. Se dijo que ahí había otro relato y se guardó la idea en su archivo mental. Por fin, abrió los ojos y leyó lo que había elegido: RENOVACIÓN Preciosas señoritas les están esperando para darles todos los servicios. Masajes, francés natural, griego profundo, Beso negro, cubana, todo lo que nos pidas… En una libreta apuntó el número de contacto. Cogió el teléfono y fue marcando los números que había apuntado. Al hacerlo sintió un escalofrío que le subió por la columna vertebral y se dio cuenta de que le temblaban las manos. Los nervios habían hecho acto de presencia. Colgó. No iba a ser tan fácil como él pensaba. Se encendió un cigarro y se sentó en el sofá a pensar seriamente en lo que iba a hacer. Dándole vueltas a esos pensamientos empezó a sudar. Unas pequeñas manchas húmedas se fueron extendiendo debajo de los sobacos. Él aspiró el humo del cigarrillo con ansia, como si la nicotina y el alquitrán le fueran a calmar los nervios. Levantó la mirada hasta la estantería llena de libros. Algunos de esos libros los habían escrito amigos suyos. Ellos habían tenido la suerte de publicar mientras que él seguía siendo un escritor inédito. Se propuso ser valiente. Tenía que hacerlo, por el bien del relato. Si quería ser un buen escritor debía experimentar cosas nuevas, abrirse a todas las experiencias posibles. Apagó el cigarro, cogió el teléfono y marcó los números apuntados en la libreta. Oyó el timbre sonar al otro extremo de la línea. Sintió miedo y sin poder evitarlo colgó de nuevo. Primero debía pensar en qué iba a decir, no era cuestión de ponerse nervioso y empezar a tartamudear como un gilipollas. Necesitaba calmarse. Sacó la cajita de la marihuana y se lió un porro. Después de unas cuantas caladas se sintió mejor. Siguió fumando, pensando en el relato que escribiría. Toda la indecisión y cobardía que sentía le iban bien al protagonista. Cogió la libreta y tomó unas cuantas notas al respecto. Acabó el porro, lo apagó en el cenicero y se recostó en el sofá. Nico se desperezó a su lado, alargando una de sus patas delanteras. Nico era su gato. Luego de desperezarse saltó encima de la mesa, se acercó al cenicero y arrimó la nariz a la columna de humo que desprendía el canuto, que aún seguía encendido. Después se sentó sobre sus cuartos traseros y se puso a lamerse por todo el cuerpo. Él lo observó desde el sofá fascinado con cada uno de sus elegantes movimientos. Más tarde se incorporó, cogió el teléfono y lo puso en la mesa, justo delante de él. Nico se acercó al aparato y se restregó contra el auricular, luego saltó de la mesa al suelo y desapareció por la puerta. Él se quedo mirando el aparato telefónico. Se dio cuenta que podría marcar el número de la libreta sin tener que mirarlo, se lo había aprendido de memoria. Justo cuando se disponía a coger el auricular, sonó el timbre del aparato. Se llevó tal susto que estuvo a punto de gritar.
Finalmente contestó:
- Dígame.
- Soy yo… - dijo su madre - …Te llamaba para saber si vas a venir a comer mañana.
- Ya sabes que me acuesto tarde y me levanto más tarde aún.
- Voy a preparar patatas con costilla. Tu plato preferido… además van a venir tus hermanas.
- Ya pero… No sé si voy a estar levantado.
- Haz lo que te dé la gana.
- Está bien. Mañana iré a comer.
- Pues claro, tonto ¿Dónde vas a comer mejor?
- Nos vemos mañana.
- No llegues tarde.
- Seré puntual, no te preocupes. Un beso.
- Un beso.
Colgó. Se sentía algo colocado por el porro. Decidió fumarse otro antes de llamar al prostíbulo. Se lo lió y se lo fumó sin dejar de mirar al teléfono. Lo mejor era no darle más vueltas y hacerlo. Descolgó el auricular y marcó de memoria los números. Le contestó una voz femenina con un acento extranjero que no supo ubicar.
- Hola. Estás hablando con Desiré.
- Hola, llamo por… lo del anuncio del periódico.
- Te cuento, cariño. Tenemos cinco chicas monísimas que se pondrán a tu disposición para satisfacer todos tus deseos. El servicio mínimo es de cincuenta euros. Si te interesa, la dirección es... ¿Tienes para apuntar?
- Sí, dime…
Apuntó la dirección en la libreta y de paso transcribió el diálogo que habían mantenido. No había sido tan difícil. Tenía la dirección, ahora solo era cuestión de ponerse en marcha. Se dio cuenta que estaba sudando a mares y que tenía la espalda y los sobacos totalmente empapados. Si quería acudir a la cita lo mejor era que se diese una ducha y se cambiara de ropa. Así lo hizo. Además se afeitó y se lavó a conciencia los dientes, y no solo eso, también se echó desodorante en las axilas y un chorro de colonia en el cuello y cerca de las ingles. Antes de salir de casa se miró en el espejo. Su aspecto, en cuanto a higiene, era inmejorable. Salió a la calle seguro de sí mismo y caminó con soltura y decisión. A pesar de la ducha, seguía sintiéndose un poco colocado por la marihuana quizá por eso no se sentía nervioso. De camino al prostíbulo fue anotando mentalmente todas sus sensaciones para luego aplicarlas al personaje de su relato. Por primera vez en mucho tiempo, se sintió un escritor de verdad.
2 comentarios:
Fantastica Master Class. Gracias, Un besote.
Esto si que es inesperado y original. No me imaginaba que fueses a escribir sobre escribir.
Me ha gustado mucho, de verdad.
Abrazos.
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