lunes, 13 de diciembre de 2010

RELATO

0 – 5
Esa tarde su equipo había perdido en casa por 0 a 5. El partido fue una humillación total para todos los hinchas, por eso, cuando salió del estadio se fue directo al primer bar que encontró. Intentó librarse del sentimiento de derrota a base de JB con hielo. Con cada balón que se coló en la portería de su equipo él recibió una patada en su vanidad. Él era el hincha más entregado de su equipo, el más apasionado, él era el que más alegría demostraba al celebrar los éxitos y el que más sufría cuando se perdía.
Esa tarde en especial estaba siendo muy dura. El sabor de la derrota no se le iba por más que se enjuagase con alcohol. Pidió otro y se lo bebió de un par de tragos. Estaba cabreado con los árbitros, con los jugadores de su equipo, con su entrenador, con la directiva, con el presidente, con la prensa deportiva rival, con la prensa en general, con sus compañeros de trabajo (que eran del equipo rival), con su encargado, con su jefe, con el camarero que le miraba por encima del hombro, con todo el mundo.
Abrió su cartera y vió que sólo le quedaba para otro whisky. Puso el dinero sobre la barra y le enseñó el vaso vacío al camarero.
Cuando salió del bar ya eran las tantas. Sabía que su mujer estaría esperándole malhumorada. Se la imaginaba con el ceño fruncido y la mirada dura, dispuesta a echarle en cara toda su mediocridad. Los únicos éxitos de su vida eran los de su equipo, por eso las derrotas resultaban tan humillantes. Cuando su equipo perdía la realidad se hacía evidente y las cosas se le presentaban tal y como eran. Por el contrario, cuando su equipo ganaba, él se aferraba a esa victoria como un náufrago a un tronco. Una victoria significaba una semana de éxito. Una victoria le otorgaba el derecho a burlarse de sus compañeros y de su equipo de mierda, una victoria camuflaba las irresolubles carencias de su matrimonio. Sin el bálsamo de una victoria él se sentía como lo que realmente era, un mierdecilla más en el gran hormiguero. El alcohol ingerido le atrofió pensamientos y equilibrio, no conseguía caminar en línea recta y empezaba a estar mareado. Un reflujo ácido trepó por su garganta y tuvo que apoyarse en una pared para poder vomitar. Un coche pasó tocando el claxon, sus ocupantes se asomaban por las ventanillas blandiendo banderas del equipo rival. Ante semejante ofensa él les gritó unos insultos y luego siguió vomitando.
Al verle entrar por la puerta ella sintió miedo. Conocía esa mirada vidriosa y desencajada. Sabía que corría peligro, que en ese estado cualquier excusa le serviría para hacerla daño. Él se sentó a la mesa y exigió su cena. Ella se la sirvió en silencio, intentando evitar su mirada, sumisa por la cuenta que le traía. Él probó el plato y seguidamente lo escupió sobre el mantel. De inmediato, ella supo que esa noche recibiría una paliza, otra más.
Él gritó y despotricó, arrojó el plato y su contenido contra la pared, dando rienda suelta a toda su rabia contenida. Ella trató por todos los medios de mantenerse al margen, recogiendo lo que su marido había tirado, temblando por el miedo y la impotencia. Sin más, él la agarró por el pelo y, a puño cerrado, desahogó su frustración. Con cada golpe que le daba se estaba vengando de los árbitros, de los jugadores de su equipo, de su entrenador, de la directiva, del presidente, de la prensa deportiva rival, de la prensa en general, de sus compañeros de trabajo, de su encargado, de su jefe, del camarero que le miraba por encima del hombro, de los hinchas rivales que exhiben banderas, de los que tienen más que él, de los políticos, de los curas, de los que hacen las guerras, de los terroristas, de los banqueros, de las subidas de los precios, de su porquería de sueldo, de su mediocridad, del miedo de su mujer, del suyo propio, de todo el mundo.

® pepe pereza

2 comentarios:

Ico dijo...

Genial Pepe, un cuento redondo y tan tristemente real que es más bien una crónica diaria.. un saludo

pepe pereza dijo...

bESAZO PATA TI, ICO