viernes, 8 de enero de 2010

RELATO DE "PUTAS"

EL DESPERTAR
Antes de recuperar la consciencia sintió un dolor que le recorrió el cuerpo entero. La sensación era terrible y a la vez que extraña, no sabía si era real o por el contrario estaba soñando. Notaba el dolor pero no podía moverse ni abrir los ojos. Era como si su cuerpo estuviera muy lejos del control de su cerebro. Tuvo la sensación de sobrevolarse a si misma en un viaje astral, de verse tirada en medio de ninguna parte. Quiso despertar de aquella pesadilla, pero no pudo. Luchó contra la somnolencia que inundaba su cabeza. Intentó agarrarse a algo que la llevase de vuelta a la realidad y se centró en el dolor. Poco a poco el dolor se fue situando en sitios específicos de su cuerpo, sobre todo en el cuello. A lo pocos minutos recuperó el sentido y pudo ir tomando conciencia de dónde estaba y de qué le había sucedido. Era de noche, estaba sola y desnuda en medio del bosque. No podía respirar. Quiso toser pero algo dentro de su boca se lo impidió. Amagó un par de arcadas. Con ayuda de las manos se sacó de la boca unas bragas, las suyas. Alguien las había metido allí con la intención de amordazarla. Alrededor del cuello llevaba firmemente atada una de sus medias. Con gran dificultad fue desatando el nudo y finalmente pudo librarse de la presión que la estaba ahogando. Llenó sus pulmones con el aire frío de la noche y notó como la vida volvía a su cuerpo. Intentó ponerse en pie pero un dolor extremo en la cadera se lo impidió. Apena podía ver, la oscuridad de la noche ocultaba los alrededores y no pudo identificar el lugar dónde se encontraba. Sintió miedo y quiso recordar, pero la confusión que reinaba en su cabeza era tal que ni siquiera se acordaba de su nombre. Por el rabillo del ojo pudo ver que tenía algunas hojas pegadas a la cara. Se pasó la mano por encima para despegarlas pero las hojas siguieron en su pómulo. Las fue cogiendo una a una y las fue arrancando. Estaban tan firmemente adheridas que fue como quitar trozos de esparadrapo. Era porque la sangre seca había actuado de pegamento. La sangre procedía de un corte en la base del cráneo. Palpó la cabeza con la yema de los dedos, tuvo que escarbar entre la maraña de pelo endurecido y apelmazado para dar con el corte. Parecía profundo. El dolor y el frío como únicos aliados para no volver a perder la consciencia. Hizo un nuevo intento por incorporarse. Esta vez se había preparado para la punzada de dolor y no la pilló desprevenida. Se agarró a unas ramas bajas que colgaban de un árbol próximo y gracias a su apoyo consiguió ponerse en pie. Un frío húmedo le bajó por el interior de sus muslos, se llevó una mano a la zona y vió horrorizada que era sangre. Sangre que le salía de la vagina. Debido al impacto de la sangre perdió el equilibrio y cayó al suelo. Un grito mudo salió de sus maltrechas cuerdas vocales. Se tanteó la vagina con las manos, buscando una herida que justificase la sangre derramada. Externamente no encontró nada. Suavemente introdujo sus dedos entre los labios vaginales y notó que tenía algo dentro. Por el tacto era sedoso y húmedo. Cogió de una punta y tiró. Poco a poco fue sacando su otra media. Al igual que en la boca, alguien se la había introducido allí con algún siniestro fin. Pero ¿Quién? No conseguía recordarlo. Cuando se hubo sacado la media, se dio cuenta que dentro había algo. Fijó su mirada hasta que pudo ver lo que era. Era el cadáver reseco de un gorrión. No le quedó otro remedio que vomitar. ¿Qué sádico demente era capaz de hacer una cosa igual? De golpe un pensamiento se impuso a los demás: Y si ese sádico estaba cerca y volvía para acabar con su vida. Tenía que salir de allí fuera como fuera. Su primer impulso fue escapar y se arrastró pasando por encima de sus vómitos. Cada movimiento le producía una serie de dolores agudos. La prioridad era escapar y siguió arrastrándose haciendo caso omiso de sus heridas y del daño que le causaban. Avanzó hacia la oscuridad como una culebra malherida. Algo llamó su atención, levantó la cabeza y vio a alguien enfrente. Por un instante temió que fuera su agresor, pero al fijarse reconoció su vestido. Estaba colgado de una rama, hinchado por el viento. Alargó el brazo y lo cogió. El vestido era ligero y apenas la resguardaría del frío de la noche, aun así era mejor que estar desnuda, así que con gran esfuerzo se lo puso. El vestido estaba rasgado por algunos sitios pero al ocultar su desnudez se sintió menos indefensa. Además acordarse y reconocer el vestido le daban esperanzas de recuperar la memoria. No paraba de sangrar y era primordial que encontrase ayuda antes de que se desangrase. Siguió arrastrándose, al rato encontró una rama que era ideal para utilizarla de muleta. La cogió y apoyándose en ella consiguió ponerse en pie. Debía tener rota la cadera porque cada vez que apoyaba uno de sus pies sentía un dolor intenso en la zona. Ayudándose con la rama fue desplazándose a través de la espesura del bosque. La rama era un buen apoyo y le serviría para defenderse en caso de peligro. No sabía si caminaba en círculos o en línea recta, no había forma de orientarse. Si al menos hubiese un punto de luz donde dirigirse. Clavó sus ojos en la oscuridad intentando dar con el reflejo de unos faros lejanos. Nada, todo era oscuridad. Giró trescientos sesenta grados y lo único que vio fue más oscuridad. Aguzó el oído en busca de cualquier sonido que delatase un resquicio de civilización, pero a parte del viento moviendo las ramas no escuchó nada que le indicase hacia dónde dirigirse. Emprendió la marcha sin saber muy bien si esa era la dirección en la que avanzaba antes de detenerse para echar un vistazo. Le era indiferente una u otra dirección, todas llevaban a la misma oscuridad. Siguió caminando con la ayuda de la rama. Tarde o temprano encontraría un camino o una carretera, sólo era cuestión de tiempo. De no ser porque seguía sangrando se habría tumbado entre la hojarasca a esperar la llegada del día. Se sentía tan cansada y dolorida que cada paso era una tortura. Después de un buen rato caminando a ciegas tuvo que recostarse sobre una roca para descansar. No tenía ni idea de cuanto tiempo llevaba caminando. Calculó que habría pasado más de una hora desde que recuperó el sentido, aunque también podrían haber pasado sólo cinco minutos. La incertidumbre de no saber dónde estaba y la ausencia de recuerdos que la pusieran en situación la tenían totalmente confundida y aterrada. Entre otras cosas, porque no necesitaba de recuerdos para saber que alguien había intentado matarla. Este sentimiento la hizo recordar una sonrisa, no un rostro sonriendo, no, recordó únicamente la sonrisa. La visión del recuerdo la puso en alerta, como si hubiera intuido la presencia de un depredador. Hizo esfuerzos por recordar algo más pero fue inútil. Se incorporó a pesar de dolor y el cansancio. El recuerdo de la sonrisa la había impulsado a seguir huyendo. Algo le decía que aquella sonrisa era la causante de que ella estuviese en esas condiciones. Según caminaba tiró del recuerdo de la sonrisa tratando de que le llegaran más imágenes. El esfuerzo se vio recompensado y a su cabeza llegó en forma de secuencia cinematográfica un suceso: Se vio a sí misma esperando en una carretera. Al rato llegó un coche negro que se detuvo a su lado. Ella se asomó por la ventanilla para hablar con el conductor. Dentro del vehículo estaba un hombre, pero no pudo identificarle porque la penumbra le ocultaba, tan solo pudo reconocer la sonrisa y una voz que le decía:

- ¿Cuánto cobras?

No quiso recordar más. Siguió avanzando en medio de la oscuridad con la esperanza de encontrar un camino que la sacase del horror.

7 comentarios:

Luisa dijo...

Es indescriptible la sensación de terror que me ha transmitido este relato. La angustia, el dolor, el vacío. Lo peor de todo es tener la certeza de estar leyendo unos hechos, que a pesar de la crudeza que puedan transmitirnos, son verídicos. Por desgracia ocurren. Para esa clase de animales, la vida de una mujer no vale nada (tenga la profesión que tenga). Un buen relato, Pepe.

Un beso.

Mercedes Pinto dijo...

Has conseguido que se me encojan las tripas. Resulta muy fácil trasladar tu historia a la realidad; tantas habrán pasado y pasarán por experiencias parecidas. ¡Qué horror el destino de algunas criaturas! ¿Por qué les hacen tanto daño, percisamente aquellos que más amor necesitan?
Un abrazo. Nos vemos.

Jorge Torres Daudet dijo...

Me ha gustado la narracíón; te incita a leer ávidamente.
Volveré por aquí.
Un abrazo.

Marucha dijo...

Un relato tremendo,y pensar que todos los días, se cometen violaciones,sin importar la edad.
hace un par de meses,a lo sumo,una señora de más de 80 años,fue ultrajada y la asesinaron a sangre fría,en su casa,aprovecharon que los hijos y nietos habian ido a trabajar.
Tenía como unos 9 hijos,y todos los vecinos la querían.
del delincuente nada se sabe aún.
Un chacal se queda corto,porque ese solo mata.

La abuela frescotona dijo...

QUE IMPULSO LLEVARÁ A ALGUNAS PERSONAS A DESTRUIR LA BELLEZA, EL AFECTO, LA ALEGRIA...ESAS SON LAS COSAS QUE SE ENCUENTRAN EN UNA MUJER ...QUE TERRIBLE HISTORIA, Y QUE BIEN CONTADA.

pepe pereza dijo...

Luisa, agradezco mucho tus palabras. Es una pena que ocurran casos así.
Besazo.

Mercedes, si he conseguido que se te encojan las tripas es que he hecho bien el trabajo. Me alegra que me lo digas.
Besazo

Jorge, tienes la puerta abierta para cuando gustes volver. Que sepas que estás en tu casa. Se bienvenido.

Marucha, te digo lo mismo que a Jorge, Acomódate porque estás en casa.
Besazo.

Abuela, que alegría tenerte otra vez por aquí. Sí, he de reconocer que no fue un relato sencillo de ecribir.
Un besazo y nos leemos.

jens peter jensen silva dijo...

qué grande Pepe, un cuento estremecedor.
Quiero aprovechar para despedirme, de ahora en adelante me encerraré todo lo que pueda ( ya sabes, las opos) si puedo te visitaré, aunque estará difícil hasta el verano. Mi única actividad en los blogs será alguna entrada de vez en cuando.
Te deseo lo mejor hasta mi vuelta.
un abrazo de tu amigo Peter