sábado, 5 de diciembre de 2009

RELATO DE ICO

La mujer de los ojos verdes
El vehículo circula a velocidad moderada, como si no llevase prisa en aquella mañana soleada o como si contemplase el paisaje. Pero no hay nada que ver en aquella llanura amarilla, por lo que tan solo circula como una armadura reluciente en medio de aquella estepa. La mujer que conduce el coche no parece tener una edad definida, por sus vestidos y por sus manos podríamos situarla en una edad media, mueve sus manos con agilidad y sosiego, conduce con placer, abstraída. Su mente está ahora en un punto fijo, de lejos parece un bulto, pero según avanza el vehículo se va configurando la figura humana. Es un chico que hace auto-stop.
La culpa fue de mi hermana, se empeñó en que tenía que ayudarla con los deberes de matemáticas o se chivaría a mi madre. La miré amenazante pero ella permaneció impasible señalando una hoja llena de divisiones por tres. Tenía que irme o perdería el autobús a la ciudad. Pero en el último momento se me atravesó una división y cuando llegué el autobús ya se había ido. No me quedaba otra, empecé a caminar por el borde de la carretera esperando que pasase algún coche que me llevará hasta el próximo pueblo o con mucha suerte a la ciudad.
El móvil, eso es lo jodido, si supiéramos cuál es el móvil. En cambio el modus operandi es siempre el mismo. Las víctimas, hombre solos que hacen auto-stop en carreteras secundarias. Algunos testigos coinciden el coche, un Audi A5 color gris plateado, pero nadie ha podido dibujar el perfil del conductor. Es probable que sea una mujer, todas las víctimas tienen síntomas de haber realizado en el espacio de pocas horas el acto sexual. La muerte les sobreviene en pleno éxtasis, al menos, en este dato concuerdan todos los forenses. Algo es algo. Sin embargo, sigo sin móvil. Esto es lo jodido cuando no hay móvil, ni un perfil definido, como si se moviese por el azar y el destino. Una jodida mantis religiosa al volante de un Audi 5.
Lo sé, no sé cómo, pero lo sé. No es algo de lo que me enorgullezca, la verdad, pero cómo podría evitarlo. Una vez tuve una gata, tuvo el celo sin darme tiempo a operarla. Un día comenzó a maullar de manera extraña, dolida, irritada, Se empezó a restregar en mis pies pidiéndome ayuda, iba a la puerta y lloraba. Pero yo insistía en tenerla encerrada, no quería dejar salir, tenía miedo a perderla si se iba y no volvía. Pero su ansiedad fue en aumento durante todo el día, no cejó ni un segundo. Por la noche la encerré en el salón y me fui a dormir. A mitad de la noche sentí unos golpes en el cristal de la puerta del salón, era la gata que se lanzaba contra los cristales queriendo salir, desesperada, prefiriendo morir antes que soportar el ardor. Así me siento yo.
Cuando la mujer abrió la puerta del coche no me lo podía creer. Era muy hermosa, tenía unos ojos verdes casi felinos, me sonrió y me invitó a pasar, es raro, ahora lo recuerdo no me preguntó a dónde iba. Se estaba bien allí, olía bien, se agradecía el aire acondicionado, la música suave, creo que era de coro o algo así. De la guantera sacó una coca-cola fresca y me la ofreció. Me sentí, cómo decirlo, acogido, especial, sí, así era. Recuerdo que el coche se deslizaba sin un ruido, yo me recliné hacia atrás cerrando los ojos un momento agradeciendo poder llegar a tiempo al concierto, agradeciendo estar allí. Entonces supe que ella me miraba.
Suelo ir con el coche por la ciudad, a veces voy más lejos. En ocasiones he llegado hasta Valencia, otras hasta el norte, siempre hay alguien en el camino. Alguien que necesita ser llevado a alguna parte. El placer está en la búsqueda. Mi cuerpo está alerta, como un cazador ante una pieza. Cuando la diviso, puedo oír mi respiración, sentir los los latidos de mi corazón bombeando fuertes, a a un ritmo feroz. Nada puede detenerme.
¿Por qué hombres solos? No hay un sólo vínculos entre ellos ni un solo parecido. ¿Y por qué dejó escapar al joven? ¿Algo que dijo o hizo? ¿Quiere ser atrapada?
Eres muy guapo, me dijo a un centímetro de mi. Entonces sentí su perfume, su aliento sobre mi boca. Me deje ir, como en un sueño. No sabía qué hacer. Permanecí en silencio y paralizado. Cuando abrí los ojos vi que nos habíamos desviado del camino. No pude decir nada, no sé si hubiera podido decir nada. Oí como mi asiento se deslizaba hacia atrás y la mujer que venía. Cerré de nuevo los ojos, nunca he estado con una mujer, no podía moverme como si algo me atrapara al asiento.
Comienzo a transpirar, mis pupilas se dilatan, mi boca se humedece y mi cuerpo escala cada segundo hasta el deseo más voraz. Siento un ardor irrefrenable y me convierto en su víctima. Si, puede usted escribir esto; en ese instante, ya no soy dueña de mi cuerpo ni de mis actos.
Sentí de pronto como un manto que me cubría y mi cuerpo que se separaba de mi discurriendo sin mi voluntad. Nunca había sentido aquella sensación, como si una lengua de fuego recorriera mi columna y una corriente que subía y bajaba por mi cuerpo. Oí a la mujer gemir sobre mí y luego, una explosión o un desgarro. Entonces me miró, como si despertara de un sueño con aquellos ojos verdes y me asusté. Me asusté y de un golpe me bajé del coche, con los pantalones en los tobillos, tropezando, cayéndome, pero corriendo, sin parar, sin detenerme ni mirar atrás.

Sacado de su blog "La profesora chiflada"

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