martes, 16 de marzo de 2010

RELATO DE PUTAS

EL PARAISO Y EL INFIERNO
Se enjabonó el arrugado miembro, lo frotó extendiendo el jabón y eliminó la espuma vertiendo agua con las manos, se secó y salió del cuarto de baño. Entró en la habitación y allí estaba ella, esperándole en la cama con la falda por encima de sus caderas, mostrando su joven culo. Fue como morirse y entrar en el paraíso, aquella visión hacia que su podrida existencia hubiera merecido la pena, todas sus frustraciones y castigos, todos sus pecados, sus miserias, sus días mediocres, cobraron un sentido casi religioso, casi divino. Se postró de rodillas junto a ella y beso sus nalgas. La habitación se llenó de lujuria y ansiedad. Ella se incorporó y buscó sus labios, sus lenguas se retorcieron sedientas de besos. Se arrancaron las ropas y pasearon sus manos por todos los rincones secretos de sus cuerpos. Ella se acercó a su polla y percibió un suave olor a jabón. Lamió y tragó. Él la observaba sin creerse lo que estaba viendo, intentando guardar en su cabeza cada movimiento que ella ejecutaba. Supo que cuando le llegase su hora, recordaría esos momentos de éxtasis, entonces miraría directamente a la cara de la muerte y se reiría sin miedo. Con aquellos recuerdos el juicio final era un juego de niños. Ella siguió succionando un rato más, luego montó sobre él y él entró en ella. Inmediatamente después y sin poder evitarlo, eyaculó. Fue breve, demasiado breve. Él no tenía más que ofrecer, la sangre que mantenía erecto su pene se dirigió a otras partes de su cansado cuerpo. Ella se sintió tremendamente insatisfecha y él tan avergonzado que estuvo a punto de echarse a llorar. Se levantó de la cama, se vistió, dejó unos billetes sobre la mesilla y salió de la habitación. No iba a ser tan fácil reírse de la muerte.

4 comentarios:

Javier Belinchón dijo...

He empezado a leer tu libro, Pepe. Y me gusta.

Abrazos.

Sara Royo dijo...

No, no debe ser fácil reírse de la muerte.
Besicos.

Luisa dijo...

Muy bueno.
Breve pero intenso. Logras que huela a jabón toda la habitación. Hasta los billetes tienen ese aroma a recién lavado. Hay algo de amante primerizo en este viejo con el que el lector simpatiza. Contundente frase final.

Un beso.

Unknown dijo...

:)

ANA PATRICIA